Los rayos son tan espectaculares como impredecibles y peligrosos. Hasta ahora, la sociedad ha podido protegerse de ellos a través de los pararrayos instalados en los edificios, un invento de Benjamin Franklin de hace 271 años, dedicado a atrapar los rayos para redirigirlos hacia la tierra con el objetivo de neutralizarlos, consiguiendo con ello que no provoquen daños en las personas y en las infraestructuras.
Pero ahora, casi tres siglos después, un grupo de 28 investigadores han logrado crear un dispositivo, de dimensiones similares al de un coche, que es capaz de crear una ruta alternativa mediante un potente láser para desviar los rayos hacia el cielo, para se que descarguen fuera, protegiendo zonas vulnerables.
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