A medida que hemos ido avanzando por la selva mágica del Social Media, hemos ido tomando conciencia que, lo que hoy marca la diferencia, son los valores inherentes al ser humano y su exaltación.
De los distintos análisis extraemos que la clave está en la interacción, en lograr borrar la línea, que separa el aspecto profesional del personal. Sí, hoy los consumidores nos vinculamos con las marcas y lo hacemos desde las emociones.
Pasamos por el consciente y nuestra razón, con el fin de justificarla, cualquier decisión de vínculo, con personas, marcas y con productos y servicios.
La emoción, el impacto, la “palabra clave” a través de la cual conectamos con nuestros clientes hoy, emerge como la nueva definición del “valor agregado” hoy lo llamamos engagement. Acciones que enganchan con las emociones del consumidor y saltan – bajo el paraguas protector del largo lazo- de la captación a la evangelización.
Si ya antes de ésta eclosión de emociones, sensaciones y sentimientos, en perfecto equilibro con la planificación, la estrategia y los aprendizajes constantes, ya nos sentíamos ligeramente confundidos al hablar del ROI de nuestras acciones en el social media, no es un tema baladí que éste, sigua siendo uno de los principales desafíos para las marcas en el momento actual.
Imaginemos la escena:
– Dos mundos que conviven online y offline retroalimentándose de información y opinión.
– Dos personalidades que confluyen en el nuevo ser humano y actúan simultáneamente, consumidor y prosumidor
– Un universo multicanal y multiplataforma que nos transforma en personas ubicuas
– Una civilización en movimiento que constantemente genera energía
– Dispositivos móviles que mantienen la conectividad con el mundo desde lo local hasta lo más recóndito.
– La recomendación como eje central de la influencia
– Y ésta… finalmente… como el nuevo termómetro de medición del crecimiento.
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