Aunque a simple vista parezca algo sencillo, percibir el sabor de los alimentos es un proceso cargado de complejidad, debido a diferentes factores como el aspecto, el olor, la textura y la temperatura. Todos ellos inciden en mayor o menor grado en la manera como nuestro sentido del gusto procesa el sabor.
Así también, la saliva generada durante la masticación ayuda a los receptores gustativos presentes en la lengua a procesar los compuestos químicos de los alimentos. Esta acción genera luego una señal que es enviada al cerebro, el cual nos ayuda a determinar el sabor y con base en ello establecer el criterio de si este resulta agradable o no.