¿Se está perdiendo la capacidad de leer en la educación superior?

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Al analizar el panorama actual de la educación superior, me encuentro con una realidad que, aunque alarmante, no es del todo sorprendente. La capacidad de lectura entre los estudiantes universitarios ha experimentado un declive notable, una tendencia que se ha hecho especialmente evidente en los últimos cinco años, marcados en gran medida por la pandemia de COVID-19 y sus secuelas. Este problema, que trasciende las fronteras de la mera anécdota para convertirse en un asunto de profunda preocupación, no solo afecta el rendimiento académico, sino que también plantea serias preguntas sobre el futuro de la educación y el desarrollo intelectual de las generaciones venideras.

Adam Kotsko, profesor asistente en North Central College de Illinois, comparte una perspectiva interesante. Kotsko señala que la resistencia a la lectura no es un fenómeno nuevo, pero sí uno que se ha exacerbado en el contexto actual. Tradicionalmente, asignaba alrededor de 30 páginas de lectura por clase, una expectativa que ahora parece desalentar a sus estudiantes, quienes se muestran intimidados por textos de más de 10 páginas y luchan por comprender lecturas de apenas 20 páginas.

Por supuesto, eso no es algo que pueda generalizarse, ni por carrera universitaria, ni por país, pero es una tendencia global que se puede percibir en muchos sectores.

Este declive en la resiliencia lectora sugiere una pérdida de aprendizaje muy real, una que, curiosamente, comenzó incluso antes de la pandemia. Los estudiantes afectados ya se encontraban en la educación secundaria durante los cierres escolares, lo que indica que deberían haber estado mejor preparados para adaptarse al formato en línea y, crucialmente, ya deberían haber adquirido una competencia lectora básica. Sin embargo, el problema persiste y se profundiza, lo que lleva a preguntarse sobre las causas subyacentes de esta tendencia.

Entre los probables culpables de esta situación, destacan el dominio de los smartphones como principal medio de lectura y un estilo de pedagogía centrado en «enseñar para el examen», prevalente durante décadas en la educación primaria y secundaria. Por otro lado, tendencias educativas como el movimiento de «alfabetización equilibrada», que desplazó la enseñanza de la fonética en favor de la comprensión lectora —evaluable mediante pruebas estandarizadas—, han contribuido a una forma de alfabetización basada en «vibras», donde a los estudiantes no se les instruye adecuadamente en la pronunciación de palabras desconocidas.

Esta situación se ve agravada por la interrupción constante de la experiencia lectora debido a la incapacidad cultivada intencionalmente para procesar palabras desconocidas, así como por la adaptación de los docentes a esta realidad, asignando extractos más cortos en un esfuerzo por enseñar para las pruebas estandarizadas en lugar de fomentar una educación y enriquecimiento genuinos.

En WWWhatsnew, he hablado extensamente sobre cómo la tecnología puede ser una herramienta poderosa para el avance educativo. Sin embargo, este caso pone de relieve la necesidad de un enfoque equilibrado que integre la tecnología en el aula de manera que complemente y enriquezca la experiencia de aprendizaje, en lugar de socavar las habilidades fundamentales como la lectura comprensiva. La solución a este desafío multifacético requerirá un esfuerzo concertado por parte de educadores, tecnólogos y responsables de políticas educativas para reevaluar y rediseñar los métodos de enseñanza, con el fin de reavivar el amor por la lectura y el aprendizaje profundo entre los estudiantes. La capacidad de seguir narrativas y argumentos extendidos no solo es crucial para el éxito académico, sino también para el desarrollo de ciudadanos críticos y reflexivos en nuestra sociedad.

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