Durante muchos años la obesidad ha sido considerada un problema de salud grave, causando la muerte de millones de personas alrededor del mundo anualmente, de ahí que siempre se estén llevando a cabo campañas enfocadas en promover una buena alimentación y alentar a las personas a realizar alguna actividad física para mantener a raya los niveles de grasa.
Hace poco surgió un estudio llevado a cabo por investigadores médicos que parece haber dado un nuevo enfoque a esta situación.
Se trata del descubrimiento de una molécula que ayudó a determinar la correlación existente entre las diminutas criaturas que habitan en nuestros intestinos y los niveles de grasa presentes en nuestro organismo.
Los investigadores a cargo del estudio pudieron comprobar lo mucho que este vínculo ha ido aumentando progresivamente desde hace algún tiempo a medida que iban adquiriendo conocimiento sobre cómo el ecosistema de microbios alojados en nuestro interior incide sobre nuestra salud, así como también en las proporciones adoptadas por nuestro cuerpo.
En ese sentido, estudios surgidos recientemente han sugerido que tanto la delgadez como el aumento de peso podrían adquirir un carácter contagioso gracias a la propagación de ciertos microbios.
Así también, se cree que la obesidad es una condición en la cual se conjugan diferentes factores como la interacción entre nuestros genes, el entorno y la dieta, junto con la composición de nuestra flora microbiana.
En ese sentido, existen estudios donde se señala que un 10% de las moléculas metabólicas presentes en ratones pueden ser atribuibles al microbioma.
Esta declaración captó la atención del biólogo molecular Ken Liu quien se dio a la tarea de examinar con mayor detalle estas sustancias químicas.
Junto a su equipo Liu detectó la presencia de una molécula conocida como delta-valerobetaina en aquellos ratones que estuvieron expuestos a los microbios, mas no en aquellos que carecían de microbioma y que habían permanecido en condiciones prístinas sirviendo como grupo de control.
Gracias al uso de cultivos celulares, el equipo pudo evidenciar que la delta-valerobetaina ayudaba a reducir los niveles de carnitina.
En el momento que los ratones con esta molécula comenzaron a ingerir alimentos grasos el nivel de carnitina en estos no era lo suficientemente alto para cumplir su trabajo de llevar las moléculas de grasa a las mitocondrias para transformarlas en energía.
Esto hizo que los ratones acumularan mas grasa en el hígado. Posteriormente, los investigadores pusieron a prueba su hallazgo en 214 humanos. Al final del estudio se descubrió que los niveles medios de delta-valerobetaina presentes en la sangre llego a ser un 40% más alto en aquellos que tenían un IMC superior a 30 en contraste con los que tenían un IMC inferior.