La Expedición 74 en la Estación Espacial Internacional (EEI) está marcando un nuevo capítulo en la investigación espacial con un enfoque renovado en la salud humana, la inteligencia artificial y la adaptación tecnológica a entornos extremos. Las actividades recientes de los siete tripulantes ofrecen un vistazo al futuro de la exploración espacial y su impacto directo en la vida en la Tierra.
Monitoreo de la salud en microgravedad
Uno de los pilares de la misión es el estudio de los efectos de la microgravedad en el cuerpo humano. El astronauta Chris Williams, de la NASA, realizó tareas clave en esta línea, recolectando y almacenando muestras de sangre y orina para ser analizadas a su regreso. Estas pruebas permiten evaluar el impacto a largo plazo de la permanencia en el espacio en funciones corporales esenciales como el corazón y los pulmones.
A ello se suma el uso de un chaleco y una banda para la cabeza equipados con sensores, parte del estudio CIPHER. Este sistema monitorea en tiempo real parámetros fisiológicos clave, ayudando a los científicos a entender cómo se adapta el cuerpo humano a la ingravidez, y a desarrollar estrategias para mantener la salud durante misiones prolongadas, como las que podrían llevarnos a Marte.
Inteligencia artificial como apoyo a la tripulación
Los cosmonautas Sergey Kud-Sverchkov y Sergei Mikaev, de Roscosmos, trabajaron con un sistema de inteligencia artificial diseñado para optimizar los procesos de documentación. Esta IA permite registrar tareas mediante comandos de voz, facilitando la gestión del tiempo y reduciendo errores humanos. Esta herramienta representa un paso hacia estaciones más autónomas, donde los sistemas inteligentes puedan asistir o incluso anticipar necesidades operativas.
También se realizaron pruebas auditivas computarizadas, donde los cosmonautas respondieron a secuencias de tonos mientras usaban auriculares con cancelación de ruido. Este tipo de exámenes permite vigilar el impacto del ambiente espacial en la audición, un aspecto muchas veces ignorado pero vital en entornos donde cada sonido tiene un propósito crucial.
Nuevas herramientas para la investigación biológica y física
Desde el laboratorio Kibo, el ingeniero japonés Kimiya Yui llevó a cabo operaciones con un sistema de imagen luminescente para analizar tejidos y genes en condiciones de microgravedad. Este tipo de experimentos puede revelar cómo se comportan enfermedades o procesos celulares fuera del entorno terrestre, aportando pistas para tratamientos futuros.
En el módulo Destiny, Yui activó el microscopio de fluorescencia KERMIT para observar películas de cristal líquido, materiales usados en pantallas táctiles y paneles de control. Observar cómo se comportan estos materiales en el espacio ayuda a diseñar dispositivos más resistentes y eficientes, tanto para uso espacial como terrestre.
Preparación de trajes espaciales para emergencias
El comandante Mike Fincke centró su jornada en la preparación de trajes espaciales, un aspecto vital para cualquier caminata fuera de la estación. Ajustó el largo de brazos y piernas de un traje y ensayó la instalación de mochilas SAFER, un sistema de propulsión personal que permite a los astronautas regresar a salvo si se sueltan accidentalmente de la estructura.
Contó con la ayuda de Williams y Yui, consolidando un entrenamiento que puede ser crucial en situaciones límite. La seguridad durante actividades extravehiculares depende de este tipo de ensayos, donde cada segundo cuenta.
Mantenimiento vital de sistemas críticos
El trabajo menos visible pero igualmente importante es el mantenimiento de los sistemas de soporte vital y equipamiento técnico. Zena Cardman, también de la NASA, configuró un ordenador en el laboratorio Columbus para ejecutar software especializado en experimentos. Luego, en el módulo Tranquility, reemplazó componentes del sistema de purificación de aire, eliminando contaminantes como el amoníaco que podrían causar irritaciones o complicaciones de salud.
Por su parte, Oleg Platonov, en su primera misión espacial, se encargó de tareas similares en el segmento ruso. Renovó sensores de calidad del aire en el módulo Zvezda, rellenó un tanque del sistema de procesamiento de agua y realizó tareas de limpieza en el sistema de ventilación del módulo Nauka. Estas labores aseguran que la estación siga siendo un entorno habitable y seguro para todos sus ocupantes.
Explorando tecnologías para el futuro espacial
Un elemento destacado fue la prueba de la tecnología Voyager Flytrap, instalada por Mike Fincke en el airlock Bishop de NanoRacks. Esta innovación simula una bolsa inflable capaz de capturar objetos en el espacio, como basura orbital o contenedores que regresan de la Luna o Marte. Se evalúa su capacidad para desplegarse, inflarse y mantener un sello hermético en microgravedad.
Esta tecnología podría usarse también para actividades futuras como la minería de asteroides, una posibilidad que antes parecía ciencia ficción y que ahora empieza a tomar forma concreta. Imaginar una «red espacial» atrapando fragmentos valiosos en pleno vuelo puede sonar audaz, pero es un paso lógico hacia la autosuficiencia en misiones de larga duración.
