La inteligencia artificial se integra en los procesos de admisión universitaria

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La inteligencia artificial en las admisiones universitarias está dejando de ser una idea futurista para convertirse en una práctica real que está ganando terreno en instituciones educativas de Estados Unidos. Una de las voces que más ha resonado recientemente es la de Juan Espinoza, vicerrector de gestión de matrícula en Virginia Tech, quien explicó en una entrevista con ABC News Live cómo esta tecnología está siendo incorporada en los procesos de selección.

Espinoza aclaró que el uso de IA en admisiones no implica reemplazar al personal humano, sino complementar su trabajo. Las decisiones finales siguen estando en manos de personas, pero ahora con el respaldo de sistemas que ayudan a procesar enormes cantidades de datos en mucho menos tiempo. Esto permite identificar patrones, detectar inconsistencias y garantizar que se sigan los criterios establecidos de forma más eficiente.

Más allá de los números

La aplicación de inteligencia artificial en este contexto no se limita a calificaciones o puntajes de exámenes estandarizados. Los algoritmos también analizan ensayos personales, trayectorias académicas, participación extracurricular e incluso indicadores socioeconómicos. Esto permite a las universidades construir un perfil más completo del solicitante, algo que antes requería cientos de horas de revisión manual.

Un ejemplo sencillo: si antes un comité tenía que leer miles de ensayos buscando originalidad, coherencia y motivación, ahora un sistema puede prefiltrar estos textos señalando aquellos que cumplen con los requisitos mínimos de calidad, dejando al equipo humano la tarea de evaluar los casos más relevantes.

Ventajas de automatizar parte del proceso

Uno de los beneficios más destacados es la posibilidad de reducir los sesgos humanos. La inteligencia artificial, bien entrenada, puede aplicar los mismos criterios a todos los candidatos sin dejarse influenciar por factores como el nombre, la procedencia o el tipo de escuela. Claro que esto depende de la calidad del entrenamiento del algoritmo, lo cual sigue siendo un desafío.

Otro aspecto positivo es la agilidad. Mientras que un ser humano puede tardar entre 10 y 20 minutos en revisar una solicitud completa, un sistema puede procesar cientos en ese mismo tiempo, generando alertas sobre documentos incompletos o posibles fraudes, algo especialmente útil en universidades con un volumen muy alto de postulaciones.

Preocupaciones sobre transparencia y equidad

El uso de algoritmos en decisiones tan cruciales también despierta cuestionamientos éticos. Una de las principales preocupaciones es la falta de transparencia en los criterios que emplea la IA. Muchos de estos sistemas funcionan como «cajas negras»: ofrecen resultados pero no explican cómo llegaron a ellos, lo que dificulta impugnar una decisión o entender qué pudo haber fallado.

También existe el riesgo de reproducir desigualdades preexistentes. Si los datos con los que se entrenan los modelos provienen de decisiones humanas pasadas que estuvieron sesgadas, el sistema puede replicar esas mismas tendencias, perpetuando las injusticias que supuestamente busca erradicar. Por eso, expertos como Espinoza insisten en que debe haber supervisión constante, auditorías y ajustes periódicos para asegurar que los algoritmos estén alineados con los objetivos de diversidad y equidad de las instituciones.

IA como apoyo, no como juez absoluto

El modelo que está adoptando Virginia Tech y otras universidades es mixto: la inteligencia artificial se utiliza para organizar, clasificar y destacar información, pero las decisiones finales siempre pasan por manos humanas. Esto permite que el proceso mantenga un componente humano, con sensibilidad y contexto, al mismo tiempo que aprovecha las ventajas de la tecnología.

Así como un GPS ayuda a encontrar la mejor ruta sin decidir dónde queremos ir, la IA en admisiones puede indicar qué postulaciones merecen atención prioritaria, sin sustituir el criterio del comité.

Impacto en el futuro del acceso a la educación superior

La integración de herramientas basadas en inteligencia artificial podría transformar el panorama del acceso a la universidad, especialmente en países donde la demanda supera ampliamente la oferta. Con sistemas capaces de evaluar de forma más justa y rápida, se podría democratizar el acceso, identificar talentos ocultos y acelerar los tiempos de respuesta, algo que beneficia tanto a las instituciones como a los estudiantes.

Sin embargo, esto solo será posible si se invierte en desarrollar algoritmos inclusivos, se garantiza la transparencia de los procesos y se capacita adecuadamente a quienes toman las decisiones para interpretar los resultados que ofrece la tecnología.

El camino hacia una admisión más justa y eficiente podría estar acompañado por la inteligencia artificial, pero su éxito dependerá de cómo se utilice esa herramienta: si como una ayuda para ampliar oportunidades o como un filtro opaco que refuerza brechas existentes.