La inteligencia artificial ha dejado de ser una promesa lejana para convertirse en una herramienta con un impacto real y creciente en nuestras vidas. Sin embargo, con cada nuevo avance también surgen voces de alerta. Una de ellas es la de Dario Amodei, CEO de Anthropic, quien recientemente expresó su preocupación sobre el efecto que los grandes modelos de lenguaje (LLMs) podrían tener sobre el mercado laboral, especialmente en los empleos blancos de entrada, que suelen ofrecer salarios dignos y estabilidad.
El futuro en cuatro pasos: cómo podría desaparecer el trabajo
Durante una entrevista con Axios, Amodei describió un posible escenario en cuatro fases donde la IA reemplazaría a una parte significativa de los trabajadores humanos:
- Progreso silencioso pero constante: Las empresas líderes como OpenAI, Google y Anthropic avanzan en el desarrollo de modelos cada vez más capaces, con el objetivo de que estos sistemas igualen o superen el rendimiento humano en múltiples tareas cognitivas.
- Falta de regulación y conciencia pública: Según Amodei, ni los gobiernos ni el público están prestando suficiente atención a estos cambios. Mientras las autoridades se preocupan por otras prioridades como la competencia con China, el crecimiento de estas tecnologías avanza sin restricciones claras.
- Desplazamiento masivo de trabajadores: En este contexto, las empresas podrían tomar la decisión de reemplazar rápidamente a una parte importante de sus empleados por sistemas de IA. Este cambio, en palabras del CEO, ocurriría “casi de la noche a la mañana”.
- Reacción tardía: Para cuando el impacto sea visible, gran parte del daño ya estaría hecho. Amodei lo resume con una imagen potente: una sociedad donde se curan enfermedades y la economía crece a tasas históricas, pero un 20% de la población ha quedado sin empleo.
¿Una advertencia sincera o una jugada estratégica?
La posición de Amodei es peculiar: es el director de una empresa valuada entre 30 y 40 mil millones de dólares dedicada precisamente a crear la tecnología que, según él, causará estos problemas. ¿Por qué entonces no detiene su desarrollo o propone medidas concretas más allá de simplemente alertar?
Esta contradicción ha despertado críticas. Algunos expertos señalan que, al dramatizar los efectos de la IA, los líderes tecnológicos buscan justificar su control sobre el rumbo de la industria. De hecho, muchos legisladores, asustados por estas visiones apocalípticas, han dejado en manos de las propias empresas la autorregulación del sector.
¿Cuánto hay de realidad en estas predicciones?
Aunque los modelos de lenguaje han evolucionado rápidamente, su impacto real en la productividad aún está por verse. A pesar de los avances técnicos, persisten problemas importantes como alucinaciones, respuestas imprecisas y una tendencia a repetir lo que el usuario quiere escuchar, en lugar de ofrecer datos fiables. Estas limitaciones reducen su capacidad de sustituir completamente a los humanos en tareas críticas.
Además, muchos investigadores en inteligencia artificial sostienen que estamos lejos de alcanzar una IA verdaderamente general, capaz de adaptarse a contextos tan variados y complejos como los que enfrenta una persona promedio en su jornada laboral.
El impacto actual: más expectativas que realidades
Por ahora, el temor a la IA está influyendo más en las decisiones empresariales que su eficacia real. Algunas compañías han comenzado a despedir empleados no tanto porque la IA sea más eficiente, sino por la expectativa de que algún día lo será. Es decir, están actuando en función del “hype” más que de resultados concretos.
Este fenómeno tiene consecuencias tangibles: personas reales están perdiendo sus empleos por decisiones basadas en narrativas infladas. En este sentido, se podría decir que el verdadero impacto de la IA en el empleo hoy es psicológico y económico, no técnico.
Los más vulnerables, los más afectados
Amodei sugiere que el trabajador promedio no es consciente del peligro, pero estudios muestran que quienes más temen el avance de la IA son justamente las personas que ocupan posiciones precarias o que pertenecen a grupos históricamente discriminados. Para estas comunidades, la automatización representa una amenaza directa a su ya frágil estabilidad laboral.
La ironía es clara: mientras los directivos tecnológicos alertan sobre el apocalipsis laboral, sus empresas siguen creciendo gracias al desarrollo de esas mismas herramientas que podrían causar el problema.
¿Y ahora qué? Pensar soluciones antes que lamentos
En lugar de enfocarse sólo en advertencias, es momento de imaginar mecanismos de transición justos. Esto puede incluir programas de formación, políticas de protección laboral y modelos de renta básica que permitan amortiguar los efectos del cambio tecnológico.
También es fundamental que los gobiernos y la sociedad civil participen activamente en el diseño del futuro del trabajo. La autorregulación empresarial no basta cuando los intereses económicos están tan claramente involucrados.
El desarrollo de la inteligencia artificial debe ir acompañado de un marco ético y social robusto, que garantice que los beneficios no sean sólo para unos pocos, sino que se distribuyan de forma equitativa.