A finales de 2022, cuando ChatGPT asomó la cabeza, los expertos en Inteligencia Artificial creían que en 2050 llegaremos a tener AGI, una máquina que sea más lista que los humanos, que tenga consciencia y haga cualquier tarea que se proponga.
Con el tiempo, y después del lanzamiento de GPT-4 y de Claude 3 (entre otros), la fecha se fue adelantando, llegando a 2030.
La Inteligencia Artificial General (AGI) es una frontera tecnológica que ha fascinado y provocado debates entre científicos, ingenieros y filósofos durante décadas, y ahora parece estar más cerca que nunca de convertirse en realidad. Figuras prominentes como Ray Kurzweil y Elon Musk han hecho predicciones audaces sobre la llegada de la AGI. Kurzweil, conocido por sus previsiones tecnológicas acertadas, sugiere que para el año 2029, la IA alcanzará la capacidad de igualar a cualquier persona en términos de inteligencia general. Elon Musk, por su parte, ha ido más allá al afirmar que para la misma fecha, la AI podría ser «más inteligente que todos los humanos combinados» (cree que en 2025 ya tendremos una IA más lista que cualquier humano). Estas perspectivas, una vez consideradas futuristas, ahora parecen inminentes, dados los avances recientes en el campo.
Recordad que la AGI se refiere a un tipo de inteligencia artificial capaz de aprender, entender y aplicar conocimiento en una amplia variedad de tareas, al nivel o incluso superando la capacidad humana. Ese ha sido el objetivo final en el campo de la IA, y promete transformar nuestra sociedad de maneras que apenas comenzamos a entender.
La industria ha visto innovaciones que parecen acercarnos a este futuro. Por ejemplo, Cognition AI ha presentado a Devin, un agente de codificación autónomo capaz de completar y autocompletar tareas, e incluso escribir aplicaciones completas en minutos. Máquinas creando máquinas, esto ya ha comenzado.
Meta, anteriormente Facebook, también entró en la carrera hacia la AGI con el lanzamiento de Llama 3, con Mark Zuckerberg anunciando el objetivo a largo plazo de la compañía de construir inteligencia general, abrirla de manera responsable y hacerla ampliamente disponible.
El caso es que a medida que nos acercamos a la realización de la AGI, surgen preguntas significativas sobre ética, seguridad y, principalmente, sobre el impacto socioeconómico. La preocupación entre los desarrolladores sobre la posibilidad de perder empleos frente a sistemas de IA autónomos es notable, y la de los periodistas, escritores, diseñadores, analistas de datos… Está claro que su desarrollo podría desbloquear nuevos horizontes en ciencia, medicina, educación y más allá, pero si la gente no tiene empleo, no tendrá dinero para adquirir esos bienes que la IA irá desarrollando (y dudo mucho que los políticos tengan reflejos suficientes como para responder a esta realidad con la velocidad necesaria).