Cuando pensamos en la fotosíntesis, imaginamos plantas bañadas por la luz del sol, absorbiendo su energía para convertir el dióxido de carbono en oxígeno y azúcares. Sin embargo, en las profundidades del Ártico, bajo metros de hielo y en completa oscuridad durante meses, un grupo de microalgas ha desafiado esta idea al demostrar que pueden realizar fotosíntesis con niveles de luz mínimos, incluso por debajo de lo que hasta ahora se consideraba el límite teórico.