Cada vez veo más proyectos enfocados en crear avatares digitales de seres queridos fallecidos, los llamados ghostbots. Para crearlos se usa tecnología de deep fake para imitar su apariencia y voz a partir de su huella digital, y aunque la idea parece bonita, ya hay expertos en psicología que están avisando de los problemas que se pueden generar.
En Conversation comentan el caso de Kim Kardashian, quien recibió como regalo un holograma de su difunto padre, Robert Kardashian. Pero, ¿cuál es el verdadero costo emocional y psicológico de esta tecnología?
Psicológos de todo mundo opinan lo mismo:
Los ghostbots tienen el potencial de interferir con el proceso natural del duelo, creando una dependencia emocional nociva hacia la tecnología. El duelo es un proceso multifacético que puede durar años, durante los cuales la persona en duelo recuerda frecuentemente al ser querido y puede experimentar sueños intensos sobre él. Introducir una versión AI de esa persona podría complicar este proceso, prolongando el dolor y potencialmente llevando a condiciones más graves como depresión, paranoia e incluso psicosis.
Parece evidente que la presencia de un avatar digital podría intensificar los sentimientos de culpa o los conflictos no resueltos que una persona puede tener hacia el difunto. Freud ya advertía sobre las dificultades añadidas en el duelo cuando existen sentimientos ambivalentes o cuando la muerte ocurre bajo circunstancias traumáticas. Los ghostbots, lejos de ofrecer consuelo, podrían en estos casos aumentar el trauma y la confusión.
Es crucial recordar la importancia del olvido en el proceso de duelo. Los rituales y símbolos que marcan el final de una vida permiten a las personas recordar para luego poder olvidar de manera saludable. La tecnología, por avanzada que sea, no debe reemplazar estos procesos humanos fundamentales.
Aún así, los proyectos no paran de llegar, como el mostrado hace unos días en france24.com o en este vídeo:
La llegada de los ghostbots plantea un dilema ético y emocional considerable. Mientras navegamos por esta nueva realidad, debemos preguntarnos: ¿Estamos preparados para las implicaciones de mantener a nuestros seres queridos «vivos» a través de la tecnología? Ya respondo yo: NO