La piel es uno de los órganos más extensos e importantes del cuerpo humano. Junto con ser el “envase” de todas nuestras entrañas, sus múltiples receptores cumplen con la importante tarea de captar una amplia variedad de estímulos, los cuales son canalizados hacia el cerebro.
En robótica, aproximarse a un sustituto para la piel es todavía un desafío y al respecto se conocen pocos y pequeños avances, limitados principalmente por asuntos de factibilidad técnica. Sin embargo, nuevos modelos han aparecido en los últimos años, los cuales le dan un nuevo vuelco a este concepto, presentándolo como una alternativa útil y viable.
El desafío de emular la piel en formato robótico
Estímulos como texturas, vibraciones, sensibilidad térmica, presión u otros más, son captados por nuestro cuerpo a través de su órgano externo más grande. Se estima que por centímetro cuadrado de piel, se pueden encontrar alrededor de 5 mil receptores. Si consideramos que en promedio, la extensión de la piel humana varía entre un metro y medio o dos metros cuadrados, el conteo de receptores se eleva exponencialmente.
En aquella complejidad, propia de todo el sistema sensorial humano, radica el principal obstáculo frente al que se ha encontrado durante mucho tiempo el mundo de la ciencia y la robótica. Emular esta dinámica involucraría un despliegue técnico de grandes magnitudes, no sólo por el número de sensores requeridos, sino que también por las capacidades de procesamiento y abastecimiento energético que esto requiere. A fin de cuentas, se trata de millones de estímulos que deben ser procesados por segundo.
Aproximaciones significativas a una piel robótica completa
Avances pequeños, como la implementación de sistemas de “tacto” con sensibilidad y áreas de coberturas limitadas en robots, son las nociones que usualmente se conocen sobre estos avances. No obstante, hay novedades que implican un real salto cualitativo para esta tecnología.
En Alemania, por ejemplo, la Universidad Técnica de Múnich diseñó un sistema de eficiencia energética para estos sensores, activándolos únicamente frente a ciertas condiciones particulares, en lugar de tenerlos funcionando simultánea y permanentemente a todos. Ilustrando esto con un caso práctico, al experimentar frío, la sensación se genera por el estímulo térmico detectado. Al abrigarse, aquella “señal de alerta” se baja y es justamente en esas situaciones en las que se puede ahorrar energía, suspendiendo la actividad de los sensores hasta que vuelva a detectarse un cambio significativo.
En Singapur, desde la Universidad Nacional de aquel país asiático, diseñaron también una piel que funciona bajo una dinámica similar a la anterior, pero con la adición de ser flexible, autorregenerable y a prueba de agua.
Yendo más lejos aún, en Australia, investigadores de la Universidad RMIT diseñaron una piel electrónica capaz de sentir dolor.
¿Para qué sirve la piel robótica?
El concepto de “piel robótica” puede asustar a más de una persona. La ciencia ficción nos ha puesto en una serie de escenarios posibles, que hasta podrían llegar a resultar perturbadores. En la práctica, estos avances distan de enfocarse en humanoides o cosas de tal categoría.
Toda esta innovación científica, mientras se mantenga dentro de márgenes éticos, podría tener una potente repercusión en la vida humana. Un ejemplo podría ser el de las prótesis de extremidades, las cuales a nivel de movilidad han experimentado importantes mejoras durante los últimos años. El siguiente desafío es complementar la experiencia con la suma de otros estímulos.