WWWhat's new

¿Podría Google comprar OpenAI? Una posibilidad lejana pero legalmente viable

Apple estudia comprar Mistral

Hablar de una posible adquisición de OpenAI por parte de Google no es sólo una hipótesis financiera, sino una exploración de las complejidades estratégicas y regulatorias que marcan la industria de la inteligencia artificial. Aunque desde el punto de vista legal y económico no existe una prohibición explícita que impida a Google (o a su empresa matriz, Alphabet) comprar OpenAI, en la práctica el escenario es mucho más intrincado.

OpenAI no es una compañía tradicional. Su estructura legal combina una organización sin ánimo de lucro que controla una entidad comercial limitada con fines de lucro. Esta configuración, pensada para equilibrar la misión de desarrollo seguro de la IA con la necesidad de atraer inversión privada, genera una red de intereses cruzados y obligaciones contractuales.

Uno de los actores más relevantes en esta red es Microsoft, que ha invertido miles de millones en OpenAI y mantiene un acuerdo estratégico que incluye derechos de uso preferente sobre sus modelos de lenguaje y tecnologías. Esto significa que cualquier intento de adquisición por parte de un competidor directo de Microsoft, como Google, tendría que sortear una maraña legal de derechos, condiciones y vetos contractuales. No se trataría simplemente de hacer una oferta atractiva, sino de renegociar o incluso deshacer acuerdos de gran envergadura.

Riesgos de un movimiento antimonopolio

En el contexto actual de escrutinio regulatorio global, una adquisición como la de OpenAI por parte de Google encendería todas las alarmas posibles en los organismos de defensa de la competencia. Tanto en Estados Unidos como en la Unión Europea, Google ya enfrenta investigaciones por su dominio en el mercado de la búsqueda, la publicidad digital y los navegadores web.

Sumar a su cartera a uno de los principales desarrolladores de IA generativa, como OpenAI, podría percibirse como una maniobra para reforzar su hegemonía en otro sector estratégico. Sería el equivalente tecnológico a que dos grandes aerolíneas del mundo decidieran fusionarse: posible sobre el papel, pero casi seguro bloqueado por las autoridades por el impacto en la libre competencia.

Además, la adquisición significaría la absorción del principal rival de Gemini, el modelo de IA que Google desarrolla para competir precisamente con ChatGPT. La operación podría considerarse una eliminación directa de competencia, algo que la legislación antitrust mira con extremo recelo.

De rivales a aliados puntuales

Pese a la competencia frontal en el ámbito de los modelos de lenguaje, la relación entre Google y OpenAI no es enteramente hostil. De hecho, han existido casos de colaboraciones técnicas puntuales, especialmente relacionados con servicios de infraestructura en la nube. OpenAI ha utilizado en ciertos momentos recursos de Google Cloud, al igual que de otros proveedores.

Este tipo de colaboraciones se dan bajo una lógica de conveniencia mutua: OpenAI necesita una capacidad de cálculo masiva, y Google ofrece una infraestructura probada a gran escala. Pero estas alianzas no implican una visión compartida ni una voluntad de converger como empresas. Se asemejan más a acuerdos entre vecinos que, pese a sus diferencias, deciden compartir el mismo jardín para ahorrar agua.

En el ámbito estratégico, cada empresa sigue empujando su propia visión de la IA generativa. Google apuesta por Gemini, una plataforma que busca integrarse de forma transversal en sus productos, desde el buscador hasta Gmail o Android. OpenAI, por su parte, ha convertido a ChatGPT en una herramienta masiva, con aspiraciones de convertirse en un sistema operativo cognitivo para tareas de productividad y creatividad.

Rumores, escenarios alternativos y otras posibilidades

Aunque la idea de que Google compre OpenAI aparece recurrentemente en debates especulativos, hay otras narrativas que han surgido en dirección contraria. Por ejemplo, en ciertos foros ha trascendido que OpenAI podría estar interesada en adquirir activos de Google si se llegaran a poner a la venta como resultado de una obligación legal impuesta por un caso antimonopolio.

Entre esos activos potenciales se menciona incluso a Chrome, el navegador líder del mercado. Este escenario, por extravagante que suene, refleja cómo en la industria tecnológica los roles de comprador y vendedor pueden invertirse según las circunstancias regulatorias y los movimientos del mercado.

Otro escenario que ha ganado tracción es el de una posible salida a bolsa de OpenAI en los próximos años. De producirse una Oferta Pública Inicial (IPO), la estructura de propiedad podría cambiar sustancialmente, permitiendo una mayor participación de nuevos inversores, incluidos grandes actores como Google. Aunque esto no significaría una compra directa, abriría una vía alternativa para influir en la dirección de la compañía.

Una posibilidad legal, pero prácticamente inviable

Si se observa el tablero completo, la posibilidad de que Google compre OpenAI existe en términos legales, pero es altamente improbable en la realidad actual. El principal obstáculo no es la falta de interés o capacidad financiera, sino la compleja red de intereses, acuerdos previos y restricciones regulatorias que rodean a ambas compañías.

Microsoft seguiría siendo una barrera clave por su condición de inversor estratégico. Los reguladores probablemente vetarían la operación, y la opinión pública podría interpretarla como un intento más de monopolizar una tecnología que ya está transformando la forma en que trabajamos, aprendemos y nos comunicamos.

Mientras tanto, Google sigue centrada en consolidar su propio ecosistema de IA, y OpenAI en ampliar su impacto sin perder el control sobre sus valores fundacionales. A veces compiten, otras colaboran, pero fusionarse parece estar fuera del horizonte.

Salir de la versión móvil