Una novela escrita por IA arrasa en Kakuyomu y reabre el debate literario en Japón

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En Japón, uno de los países con mayor producción y consumo de literatura ligera y web novel, una novela escrita con inteligencia artificial ha desatado una ola de debates, preocupación y fascinación. La obra, titulada «Me topé con una chica en una esquina y usé magia curativa para sanarla de una enfermedad incurable y ceguera, y se encariñó mucho conmigo», alcanzó el primer lugar en el ranking diario del portal Kakuyomu, una de las plataformas de ficción online más relevantes del país, gestionada por la editorial Kadokawa.

Kakuyomu permite a escritores aficionados publicar novelas por entregas, en una especie de vitrina digital donde el talento puede ser descubierto por editoriales, estudios de manga o incluso productoras de anime. Por eso, lograr la primera posición en sus rankings no es un simple logro de vanidad, sino una potencial puerta hacia una carrera profesional.

Una IA que escribe a velocidad sobrehumana

El caso generó especial atención no solo por el contenido del libro, sino por la manera en que fue producido. Bajo el seudónimo de Natsumi Nai, la autora confesó que usó herramientas de generación de texto para escribir la novela, a una velocidad de hasta 100.000 caracteres kanji por día. Este ritmo le permitió publicar capítulos con una frecuencia que el algoritmo de Kakuyomu premia: más actualizaciones implican más visitas, más seguidores y, en consecuencia, mayor visibilidad en la plataforma.

El algoritmo, que no distingue entre humano y máquina, fue «domado» por esta estrategia. Cada nuevo capítulo generaba una reacción en cadena: más tráfico, más comentarios, más votos y más ingresos por publicidad. El éxito comercial no tardó en llegar. Solo el primer capítulo superó las 50.000 visualizaciones, lo que podría representar ingresos mensuales considerables para Nai mediante el programa de regalías de Kakuyomu.

El malestar en la comunidad literaria japonesa

La reacción no se hizo esperar. En redes como X (antes Twitter), muchos escritores y lectores expresaron su preocupación por lo que consideran una «inundación» de contenido automatizado que podría desplazar a las voces humanas. La discusión se intensificó al recordarse un episodio previo en el que más de 120.000 historias de Kakuyomu fueron usadas sin permiso para entrenar modelos de lenguaje, lo que derivó en su posterior eliminación a petición de Kadokawa.

El temor es claro: si las IA pueden producir cientos de capítulos al mes, la competencia deja de ser justa. No se trata solo de calidad, sino de volumen. Y en una plataforma cuyo algoritmo premia la cantidad de actualizaciones, el humano siempre va en desventaja.

La autora respondió con una disculpa formal, reconociendo que debió ser más clara desde el principio sobre el uso de IA en su trabajo. Aunque ya había hecho una mención en su perfil, no lo indicó de forma visible en los capítulos, lo que generó malestar entre algunos lectores.

¿Qué es escribir en la era de la IA?

El caso de Natsumi Nai plantea una pregunta incómoda: ¿qué significa «escribir» cuando la tecnología puede generar contenido narrativo con una calidad aceptable y a velocidades que ningún ser humano puede igualar? Quienes defienden este tipo de creación argumentan que la IA es solo una herramienta, como lo fue la imprenta en su momento o el procesador de texto después. Dicen que el talento sigue estando en la capacidad de guiar a la máquina, estructurar una historia coherente y emocionar al lector.

Otros, en cambio, señalan que el uso masivo de plantillas narrativas y estructuras recicladas con ayuda de IA lleva a una homogeneización del contenido. Como cuando todos los restaurantes sirven el mismo plato porque es el más popular en redes, la literatura podría verse reducida a historias que repiten fórmulas probadas sin riesgo ni creatividad genuina.

Entre la innovación y la regulación

El debate ha llevado a muchos a proponer soluciones intermedias. Una de ellas es la obligación de etiquetar claramente las obras generadas por IA, para que los lectores decidan si desean consumir ese tipo de contenido. Otra es modificar los algoritmos de las plataformas para que no se vean favorecidas aquellas obras que actualizan más rápido, sino las que reciben mayor valoración por parte del público.

Hay quienes proponen incluso una categoría aparte para obras generadas con IA, de manera similar a como se separa la no ficción de la ficción. Esto permitiría que coexistan los distintos enfoques sin eliminar uno en favor del otro.

El futuro inmediato del contenido generado por IA

Japón no es el único país lidiando con esta cuestión. Ya en 2024, la escritora Rie Kudan ganó el prestigioso Premio Akutagawa incluyendo fragmentos generados por ChatGPT en su novela, lo que abrió la puerta a un debate que no ha hecho más que comenzar. Ahora, casos como el de Nai muestran el otro extremo: cuando la mayor parte del contenido es automatizado y el humano actúa solo como director de orquesta.

Mientras tanto, Natsumi Nai no se detiene. Publica diariamente capítulos para una docena de novelas activas, con títulos tan extravagantes como «Aunque es una princesa abandonada, se ha unido a sus amigos esponjosos para crear la nación agrícola más fuerte». Con cada historia, redefine los límites de lo que entendemos por creación literaria en tiempos de inteligencia artificial.ç