La sombra de la energía solar en Sudáfrica: una transición verde que no llega a todos

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Pintura al óleo que muestra una comunidad rica iluminada por energía solar junto a un barrio pobre sumido en la oscuridad, simbolizando la desigualdad energética en Sudáfrica.

Sudáfrica se encuentra en plena transición hacia las energías renovables, con la energía solar como protagonista. Esta apuesta por la sostenibilidad ha sido impulsada en gran parte por los apagones recurrentes que han afectado al país en los últimos años, conocidos localmente como load shedding. Durante 2022 y 2023, muchas personas llegaron a pasar hasta 12 horas al día sin electricidad.

Como respuesta, numerosos hogares y negocios optaron por instalar sistemas solares fotovoltaicos. Si en 2020 solo el 38% de las instalaciones solares eran de pequeña escala (residenciales o comerciales), en mayo de 2024 esa cifra había crecido hasta el 74%. Sin embargo, esta adopción no ha sido homogénea, y es aquí donde comienza a evidenciarse un problema más profundo.

Luz para unos, oscuridad para otros

Un grupo de investigadores especializados en geografía y energías renovables analizó imágenes satelitales nocturnas y diurnas de 300 suburbios entre 2016 y 2023. Compararon niveles de iluminación nocturna con la presencia de paneles solares en techos. El hallazgo fue claro: mientras que la iluminación nocturna cayó un 20% en zonas urbanas entre 2016 y 2023, algunos barrios permanecieron brillantes incluso durante los cortes de energía.

Al cruzar estos datos con mapas del censo nacional, descubrieron que los suburbios mayoritariamente habitados por personas negras se oscurecieron el doble que aquellos con población mayoritariamente blanca. La presencia de paneles solares era prácticamente nula en las zonas pobres, mientras que en los barrios más acomodados abundaban.

Energía solar y herencia del apartheid

Lo que este estudio evidencia no es solo una desigualdad económica, sino también una herencia histórica. Las divisiones territoriales impuestas durante el apartheid siguen marcando el acceso a servicios básicos como la energía. La llamada apartheid energética describe cómo la transición a una energía limpia está reproduciendo las mismas líneas de segregación del pasado.

Por ejemplo, en Rietriver Country Estate, un suburbio acomodado cerca de Johannesburgo, se detectaron en promedio 13 paneles solares por vivienda. En Benoni, una zona de ingresos medios, la cifra cae a un panel por casa. Y en Thembisa, un área de bajos ingresos, no se encontró ni una sola instalación solar.

La transición verde como espejo de desigualdad

Este fenómeno no es exclusivo de Sudáfrica. En muchos países del sur global, la transición energética está generando una nueva forma de desigualdad: la pobreza energética verde. La electricidad limpia está disponible, pero solo para quienes pueden pagarla.

Instalar un sistema solar requiere una inversión inicial elevada: paneles, baterías, inversores… Todo esto resulta inaccesible para millones de familias. Como consecuencia, los hogares pobres siguen dependiendo de una red eléctrica poco fiable, mientras que los más ricos aseguran su autonomía energética.

¿Qué se puede hacer para cambiar esta realidad?

El estudio propone varias soluciones para democratizar el acceso a la energía solar:

  • Deducciones fiscales para hogares de bajos ingresos que instalen sistemas solares.
  • Modelos de propiedad compartida, donde varios hogares administren conjuntamente instalaciones solares comunitarias.
  • Subvenciones específicas, como préstamos sin intereses o sistemas básicos gratuitos, que permitan cubrir los altos costes iniciales.

Para que estas medidas funcionen, es clave que se diseñen en conjunto con los propios ciudadanos, adaptándose a sus necesidades y contextos. La inclusión debe ser el motor de la transición energética.

Una oportunidad para corregir el rumbo

La energía solar tiene un enorme potencial para transformar el sistema eléctrico sudafricano. Puede ser una herramienta poderosa contra la pobreza energética, pero solo si se implementa con equidad. Ignorar las desigualdades existentes no solo perpetúa la injusticia, sino que también pone en riesgo la sostenibilidad del cambio.

La transición energética debe ser como una carretera bien iluminada: debe llegar a todos los rincones, sin importar el código postal o el color de piel de quienes viven allí. Hacerlo posible implica voluntad política, creatividad financiera y una profunda sensibilidad social.