Facebook ya no es lo que era, y eso no lo dicen solo los usuarios que lo abandonaron hace años por TikTok o Instagram. Lo dijo nada menos que Mark Zuckerberg, fundador de la plataforma, durante una audiencia judicial. Según él mismo, “la parte de los amigos ha disminuido bastante”. Esa frase, corta pero poderosa, marca un cambio profundo en la identidad de la red social que dominó internet durante más de una década.
Lo que empezó como un lugar para compartir fotos con tus contactos, publicar estados emocionales y recibir “me gusta” de tus amigos, ha pasado a convertirse en una especie de escaparate algorítmico donde el contenido ya no gira tanto en torno a tus relaciones personales, sino a lo que la plataforma cree que te entretiene. En pocas palabras, Facebook se ha transformado en un feed infinito de descubrimiento y entretenimiento, como lo definió el propio Zuckerberg.
Pero este giro no es solo una evolución natural del negocio. Llega en un momento muy delicado para Meta, la empresa matriz de Facebook, Instagram y WhatsApp, que enfrenta una importante demanda por parte de la Comisión Federal de Comercio (FTC) de Estados Unidos. ¿El motivo? Supuestas prácticas monopólicas que comenzaron hace más de una década.
¿Qué está en juego?
El juicio, que podría convertirse en uno de los más relevantes desde la separación de AT&T en los años 80, busca determinar si Meta violó las leyes de competencia al adquirir empresas rivales como Instagram y WhatsApp, no para mejorar su oferta, sino para eliminar posibles amenazas.
La evidencia clave del caso incluye una serie de correos electrónicos internos de Zuckerberg y otros ejecutivos, donde se hablaba abiertamente de que era “mejor comprar que competir”. Uno de los mensajes más citados es del año 2012, cuando Facebook decidió pagar mil millones de dólares por Instagram. En él, Zuckerberg advertía que si no compraban la app, esta podía crecer y volverse “muy disruptiva” para sus planes.
La FTC considera estas comunicaciones como la prueba de una estrategia deliberada para consolidar poder en el mercado y evitar que nuevas redes sociales le quitaran usuarios a Facebook.
Del “amigo” al “algoritmo”
El aspecto más simbólico de este caso no está solo en lo legal, sino en lo cultural. Facebook nació en 2004 con una misión clara: “ayudar a las personas a conectarse y compartir con los amigos en sus vidas”. Esa frase fue parte central de su identidad durante años. Pero en su testimonio reciente, Zuckerberg dejó claro que eso ya no define al producto.
Este cambio no es menor. Es como si una cafetería que siempre te vendió cercanía y conversación ahora te dijera que prefiere enfocarse en vender bebidas energéticas a desconocidos que pasan por la calle. El alma del producto se mueve de la relación personal al contenido impersonal.
Y en lugar de ver lo que publican tus amigos, el algoritmo de Facebook —y de su primo cercano, Instagram— te muestra una mezcla de videos virales, memes reciclados, publicaciones de influencers y mucho contenido generado por inteligencia artificial. Todo está diseñado para mantenerte enganchado, aunque no conozcas a nadie detrás de lo que estás viendo.
Meta: más que redes sociales
La empresa que comenzó siendo Facebook ahora se llama Meta, y no por casualidad. Desde 2021, Zuckerberg ha impulsado una transformación más amplia, orientada al desarrollo del metaverso, ese universo virtual que aún no termina de despegar, pero al que la empresa ha destinado miles de millones de dólares.
Mientras tanto, Instagram y WhatsApp se han convertido en pilares del ecosistema Meta, superando en popularidad a la plataforma original. Pero eso también ha encendido alarmas entre reguladores, que temen que Meta concentre demasiado poder en el ámbito de las comunicaciones digitales.
La FTC argumenta que si se permite que una sola empresa controle varios de los servicios de mensajería y redes sociales más usados del mundo, se limita la innovación, se ahoga la competencia y se perjudica al consumidor. Y no es la única preocupación: Meta también lidera en publicidad digital, compitiendo codo a codo con Google por el dominio absoluto del mercado.
El problema de las leyes antimonopolio
A pesar de lo contundente que puedan parecer las pruebas, la FTC enfrenta un reto importante: las leyes antimonopolio en Estados Unidos son antiguas y poco efectivas frente al modelo de negocio digital. La clave estará en convencer al juez James Boasberg de que las compras de Instagram y WhatsApp fueron perjudiciales para la competencia, incluso si esas adquisiciones fueron aprobadas por los reguladores en su momento.
Boasberg, designado durante el gobierno de Obama, ya ha mostrado cierto escepticismo frente a otras demandas similares contra Meta. En declaraciones previas, reconoció que la FTC está llevando sus argumentos “al límite de lo que permiten los precedentes actuales”.
Esto deja en evidencia otro gran problema: la falta de actualización en las normativas que rigen el mundo tecnológico, un terreno donde las empresas evolucionan a una velocidad muy superior a la del sistema judicial.
¿Qué significa esto para los usuarios?
Para el usuario promedio, este cambio de enfoque en Facebook puede explicar por qué ya no ves las fotos de tu primo o los posts de tu amiga de la universidad, pero sí una receta de pasta con queso narrada por una voz robótica. Y aunque eso no necesariamente es malo, sí muestra que el diseño de la plataforma ya no prioriza las conexiones humanas.
Lo que antes era una red social centrada en tu círculo cercano ahora es una especie de televisión personalizada que nunca se apaga. Esto tiene implicaciones en cómo nos informamos, cómo consumimos entretenimiento y cómo nos relacionamos con el mundo.
La pregunta de fondo: ¿debe Meta ser limitada?
En última instancia, el juicio contra Meta no solo se trata de si una compra fue legal o no. Se trata de preguntarnos si estamos cómodos con que una sola empresa tenga tanta influencia sobre cómo nos comunicamos, qué contenidos vemos y cómo interactuamos con el mundo digital.
La respuesta no es sencilla. Por un lado, Meta ha invertido en productos innovadores y ha conectado a miles de millones de personas. Por otro, ha usado su poder para moldear el ecosistema digital a su favor, limitando el surgimiento de alternativas.
Zuckerberg, con sus declaraciones, ha dejado claro que ya no le interesa tanto el “amigo” que dio nombre a Facebook. Ahora el enfoque está en el contenido, la atención y los ingresos. La gran duda es si la justicia estadounidense está lista para ponerle límites a una visión de negocio que, más que conectar personas, parece buscar mantenernos enganchados a cualquier costo.