Un antiguo satélite de la NASA, denominado Satélite de Presupuesto de Radiación Terrestre (Earth Radiation Budget Satellite, ERBS), regresó a la atmósfera terrestre el 8 de enero a las 11:04 pm hora del este de Estados Unidos, tras casi cuatro décadas en el espacio, impactando sin consecuencias reportadas en las cercanías de Alaska, Estados Unidos.
Mientras estuvo en órbita, el ERBS investigó cómo la Tierra absorbía e irradiaba energía solar y realizó mediciones de ozono estratosférico, vapor de agua, dióxido de nitrógeno y aerosoles durante 21 años, influyendo en las medidas medioambientales diseñadas para controlar este daño.
El satélite ERBS de la NASA volvió a la Tierra después 38 años en el espacio
El Departamento de Defensa estadounidense confirmó que el satélite de 2.450 kilos volvió a entrar en la atmósfera sobre el mar de Bering, a unos cientos de kilómetros de Alaska. La NASA esperaba que la mayor parte del satélite se quemara mientras atravesaba la atmósfera, no obstante se reportó que algunos componentes podrían haber sobrevivido al caer.
El ERBS fue puesto en órbita desde el transbordador espacial Challenger el 5 de octubre de 1984, siendo liberado por la primera mujer estadounidense en el espacio, como parte de la misión del Experimento de Presupuesto de Radiación Terrestre (ERBE) de la NASA. Este satélite llevaba consigo tres instrumentos, dos para medir el balance de energía radiativa de la Tierra y uno para medir sus constituyentes estratosféricos, incluido el ozono. El balance de energía, que es el equilibrio entre la cantidad de energía solar que la Tierra absorbe o irradia, es un indicador clave del clima y su comprensión también puede ayudar a identificar patrones climáticos. Las concentraciones de ozono en la estratósfera juegan un papel importante en la protección de la vida en la Tierra de la dañina radiación ultravioleta.
Las expectativas operativas del ERBS se proyectaron en dos años. Sin embargo, el satélite continuó operando hasta 2005. Los datos obtenidos a través de sus observaciones ayudaron a medir los efectos de la actividad humana sobre el balance de radiación de la Tierra.
Entre otras medidas tomadas, resalta el aporte del ERBS en el diseño del Acuerdo Internacional del Protocolo de Montreal, que instó a todo el mundo a disminuir drásticamente el uso de clorofluorocarbonos (CFC) en aerosoles, aires acondicionados y otros casos, ante su influencia en la degradación de la capa de ozono que cubre la Tierra.
En la actualidad, el instrumento de medición SAGE III, instalado en la Estación Espacial Internacional, es el encargado de recopilar datos sobre el estado de la capa de ozono, que ha reportado signos de recuperación ante las medidas de resguardo tomadas durante los últimos años.