No todos los robots emulan necesariamente la anatomía humana. Y aquellos que lo hacen, tienen entre sus puntos más débiles las expresiones faciales, que por lo general se limitan a una “cara de póquer”. Los robots antropomorfos han crecido en presencia durante el último tiempo, como un recurso de asistencia para determinadas actividades industriales o de servicios específicos.
Siguiendo un interés cultivado durante los últimos años, investigadores del Laboratorio de Máquinas Creativas de la Escuela de Ingeniería de la Universidad de Columbia, en Estados Unidos, presentaron EVA, un nuevo robot autónomo con una cara suave y expresiva que responde a las expresiones de los humanos cercanos, producto de cinco años de trabajo.
Un robot que responde imitando expresiones faciales
Ante el avance de la “humanización” de los robots de servicio, surgió en el equipo de investigación de Columbia el interés por crear un robot que tenga un rostro humano expresivo y receptivo.
De entrada, la iniciativa les puso sobre la mesa un gran desafío, considerando la complejidad propia del rostro humano, su piel, huesos y sus más de 42 músculos, por una parte, mientras que por el lado de los recursos materiales a usar, en robótica suelen utilizarse materiales rígidos, pesados y voluminosos, cualidades que poco aportan para las necesidades de este caso.
La solución para construir EVA como un sistema lo suficientemente compacto y funcional llegó de la mano de la impresión 3D, que permitió fabricar piezas con formas complejas, que se ajustaron perfectamente a la figura de un cráneo humano.
Según reseñan en su presentación oficial, EVA puede expresar las seis emociones básicas de ira, disgusto, miedo, alegría, tristeza y sorpresa, así como una serie de emociones más matizadas, mediante el uso de «músculos» artificiales compuestos de cables y motores, que accionan puntos específicos en la cara de EVA, imitando al rostro humano.
Este robot, cuyos planos se liberaron bajo una licencia de código abierto, actúa como un reflejo de lo que pueda captar de las expresiones de otros rostros humanos cercanos, gracias a una inteligencia artificial. A través de técnicas de aprendizaje profundo, EVA se somete a su propio “ensayo y error”, al revisar vídeos de su rendimiento pasado. La capacidad de evaluar su rendimiento, la adquirió tras contemplar a una persona real mirándose a sí misma en una videollamada.
Fuera de imitar gestos en su sentido más básico, el equipo de investigación reconoció al presentar sus avances que los movimientos involucrados son demasiado complejos como para restringirlos al dominio de un número predefinido de reglas. En la vida social, hay condicionantes contextuales, que no necesariamente responden a un patrón, las cuales hacen más difícil abordar estas situaciones desde la automatización.
Por ejemplo, si EVA imita una sonrisa, lo hará sin saber si responde a una sonrisa de auténtica alegría o más bien, una generada por los nervios. Sin embargo, lejos de algún uso público o comercial, de momento este es sólo un experimento de laboratorio que podría sentar las bases para futuros usos más complejos de esta tecnología.
«Los robots están entrelazados en nuestras vidas de un número creciente de maneras, por lo que la creación de confianza entre humanos y máquinas es cada vez más importante», señaló Boyuan Chen, autor titular del estudio que compila la investigación en torno a EVA.