Como estaba planeado, en particular, tras el exitoso lanzamiento del cohete Falcon 9 que salió a la tierra, soltó su carga para ponerla en órbita y volvió a la tierra sin daño alguno, algo que sucede por primera vez en la historia pues usualmente todo se destruye, se ha lanzado otro Falcon 9 (versión 1.1) para esta vez intentar conseguir otra hazaña de proporciones enormes: Que también aterrice sano y salvo pero ahora en una plataforma marítima controlada de forma remota.
Muchas son las ventajas de tal idea, como ya también lo repasamos (menos combustible por una menor trayectoria, menos límites en tierra, etc.), pero en esta ocasión la dicha no fue completa: El cohete fue lanzado con éxito, puso en órbita el satélite de investigación de la NASA que se le había encomendado, el Jason-3 (con un costo de 180 millones de dólares), cayo en la diana pintada en la plataforma marítima (apenas alejado de su centro por 1.3 metros) y, lastimosamente, se «desmayó» y explotó.
He aquí el video compartido por Elon Musk en el que muestra lo cerca que estuvo su compañía, SpaceX, en añadir otro enorme logro a la historia de la industria aeroespacial:
Musk comenta que la causa de tal desenlace pudo haber sido alguna acumulación de hielo -con ayuda de la pesada neblina presente- que hizo que fallara el desbloqueo de una de sus cuatro patas y finalmente cayera hacia un lado por falta de estabilidad; el combustible y demás materiales combustibles en su interior, se encargaron del resto.
En fin, lo importante es que ya casi se tiene, y claro, que se volverá a intentar.
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