¿Te has fijado alguna vez en que cuando abres un blister de pastillas rojas, tu mente ya está esperando algo activador? ¿O que las cápsulas azules te transmiten una sensación de calma antes incluso de tragarlas? Yo creo que esto no es coincidencia. En mi opinión, estamos ante uno de los fenómenos más fascinantes de la psicología farmacológica: el efecto placebo del color.
Lo que más me sorprende es que nuestro cerebro asigna automáticamente propiedades terapéuticas a los medicamentos basándose únicamente en su apariencia visual. Antes de que cualquier principio activo llegue a nuestro torrente sanguíneo, ya estamos experimentando una respuesta neuroquímica real.