Las contraseñas se parecen a las llaves mecánicas de una casa antigua: cumplen su función, pero cualquier persona con una copia puede entrar sin que lo notes. Tras décadas de filtraciones y ataques de phishing, la comunidad de seguridad coincide en que las contraseñas largas, complejas y cambiantes ya no bastan. Día tras día vemos mensajes que invitan a «cambiar la clave» o «activar el doble factor». En 2025, la mejor práctica de ciberhigiene empieza con la eliminación de esa primera barrera tan frágil.