Salir de casa y dejar que la impresora 3D se encargue de imprimir una obra de arte que tardará unas 10 horas es algo arriesgado. Si no hemos calibrado bien la impresora, o ajustado bien las variables, es posible que durante la impresión comience algún problema, y si no estamos presentes, dejaremos que se pierda tiempo, energía y plástico.
Como solución casera que he podido probar personalmente, recomiendo los siguientes pasos:
– Poner una cámara de seguridad de interiores enfocando a la impresora, de forma que podamos ver el estado de la impresión de forma remota en cualquier momento. Estas cámaras de seguridad suelen tener altavoces, por lo que cualquier cosa que digamos desde el móvil sonará en nuestra casa al mismo tiempo.
– Enchufar la impresora 3D en un enchufe que pueda ser controlado por Alexa o Google Asistente.
– Poner el asistente que tengamos (el Echo o el de Google) cerca de la cámara, para que pueda escuchar las órdenes que damos desde el móvil.
Así de sencillo. Si estamos en la calle y vemos por el móvil que la impresora ha comenzado a tener algún problema, podemos decirle a la cámara «Ok Google, apaga enchufe», y el asistente se encargará de escuchar la orden y apagar la alimentación de la impresora antes de que el plástico comience a rondar de forma aleatoria por la máquina.
Por supuesto, si podéis controlar el enchufe de forma remota, no será necesario el asistente, únicamente la cámara.
Un truco «casero» que ya me ha salvado en un par de ocasiones.