Un nuevo ojo al universo: el telescopio Nancy Grace Roman entra en su fase final

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Un nuevo ojo al universo: el telescopio Nancy Grace Roman entra en su fase final

El 25 de noviembre de 2025 marcó un momento clave en la exploración espacial. Ese día, la NASA completó la ensambladura del telescopio espacial Nancy Grace Roman, uno de los proyectos más ambiciosos del panorama astronómico actual. Esta integración, realizada en el Centro de Vuelo Espacial Goddard, representa el paso previo al inicio de las pruebas técnicas que anteceden a su lanzamiento, previsto para mayo de 2027 a bordo de un cohete Falcon Heavy de SpaceX. Sin embargo, hay optimismo sobre una posible partida anticipada en el otoño de 2026.

El telescopio, que debe su nombre a la pionera en astronomía de la NASA, Nancy Grace Roman, ya se encuentra completamente ensamblado. Este hito coloca al observatorio en la antesala de su etapa más crítica: la de validación final antes del viaje al punto Lagrange 2, una región del espacio donde el telescopio podrá operar con estabilidad térmica y una vista sin obstrucciones del universo.

Una mirada infrarroja con fines ambiciosos

El Nancy Grace Roman es un telescopio infrarrojo diseñado con un enfoque dual que combina tecnología avanzada y una misón científica multifacética. Equipado con dos instrumentos principales, la Wide Field Instrument (WFI) y el Coronagraph Instrument (CGI), este observatorio pretende responder algunas de las preguntas más profundas sobre el cosmos.

La WFI, con una capacidad de captura 100 veces superior al campo de visión del Hubble, permitirá mapear enormes zonas del cielo en un tiempo sin precedentes. Su cámara de 288 megapíxeles está diseñada para identificar galaxias distantes, supernovas y estructuras a gran escala, elementos clave para estudiar la energía oscura y la expansión acelerada del universo.

Por su parte, el CGI se perfila como una herramienta crucial para la observación directa de exoplanetas. Gracias a una sofisticada combinación de máscaras, filtros y espejos flexibles, este coronógrafo activo será capaz de bloquear la luz de estrellas brillantes, permitiendo detectar mundos que orbitan a su alrededor, incluso aquellos similares a la Tierra.

Ciencia de precisión para grandes descubrimientos

Durante su misión primaria de cinco años, se espera que el telescopio Nancy Grace Roman genere más de 20 petabytes de datos, una cifra que equivale a la producción combinada de tres décadas del Hubble. Este volumen de información permitirá el descubrimiento de miles de exoplanetas mediante microlentes gravitacionales, cientos de sistemas planetarios en formación, y decenas de miles de supernovas.

El uso de microlentes, una técnica que detecta la distorsión de la luz causada por objetos masivos, será clave para el censo de exoplanetas que orbitan estrellas lejanas. Esta estrategia podría revelar la presencia de planetas que escapan a los métodos tradicionales, como tránsitos o velocidades radiales.

La misión también apunta a detectar agujeros negros primordiales, objetos teóricos formados poco después del Big Bang, cuya existencia podría redefinir la comprensión sobre la materia oscura. Cada una de estas metas refleja un enfoque orientado no solo a ampliar el conocimiento astronómico, sino también a validar teorías fundamentales de la física moderna.

Un legado para la ciencia global

Uno de los aspectos más destacados del proyecto Roman es su potencial para beneficiar a la comunidad científica internacional. Todos los datos que el telescopio recoja estarán disponibles para investigadores de todo el mundo. Esta filosofía de acceso abierto promete impulsar colaboraciones interdisciplinarias y descubrimientos más allá de lo previsto.

El legado de Nancy Grace Roman, conocida como la «madre del Hubble», está profundamente entrelazado con esta misión. Su trabajo abrió el camino para los telescopios espaciales modernos, y este nuevo instrumento encarna su visión de hacer la astronomía accesible y poderosa para la humanidad.

El telescopio no depende de refrigerantes líquidos para mantenerse a baja temperatura, como sucedía con otros telescopios infrarrojos. En su lugar, su vida útil estará determinada por el combustible necesario para mantener su posición y realizar maniobras. Esto deja abierta la posibilidad de extender su operación más allá de los cinco años, si las condiciones lo permiten.

La gran pregunta: ¿estamos solos?

Una de las grandes motivaciones detrás del telescopio Roman es abordar la eterna pregunta sobre la existencia de vida fuera de la Tierra. Gracias al CGI, los científicos podrán analizar espectros de atmósferas planetarias, lo que podría conducir a la identificación de bioseñales. Si se encontraran indicios de elementos como oxígeno, metano o vapor de agua en un planeta similar al nuestro, podríamos estar ante la primera pista concreta sobre mundos habitables.

Este enfoque, más selectivo y detallado que el de misiones anteriores, no busca solo sumar planetas a la lista, sino entender cuáles de ellos tienen condiciones que puedan sostener vida. El Roman no solo mirará al universo como quien hojea un álbum de fotos; lo hará con la intención de leer entre líneas los secretos que podría ocultar la oscuridad interestelar.

Una ventana a lo inesperado

Cada nuevo telescopio abre puertas a lo desconocido. La experiencia ha demostrado que, más allá de sus objetivos iniciales, estas herramientas descubren fenómenos inesperados. La posibilidad de encontrar nuevos tipos de galaxias, comportamientos estelares desconocidos o incluso errores en modelos actuales convierte al Roman en un instrumento no solo para confirmar teorías, sino también para cuestionarlas.

Con su combinación de precisión, amplitud y tecnología de punta, el telescopio Nancy Grace Roman podría redefinir la forma en que comprendemos el cosmos. Y lo hará no solo para los científicos, sino también para cualquier persona que se haya preguntado, aunque sea una vez, qué hay más allá de las estrellas.