Un nuevo oído en el fondo del mar: los cables submarinos como sensores sísmicos

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Bajo la superficie de los océanos se extiende una red de más de un millón de kilómetros de cables de fibra óptica, los mismos que hacen posible la conexión a Internet entre continentes. Durante años, estos cables fueron vistos exclusivamente como infraestructura de telecomunicaciones. Sin embargo, un reciente avance tecnológico ha logrado darles un uso inesperado: convertirlos en detectores de terremotos y tsunamis de alta sensibilidad.

El proyecto, liderado por investigadores de Nokia Bell Labs, ha logrado transformar un cable submarino de 4400 kilómetros que conecta Hawái con California en una suerte de malla sísmica formada por 44.000 estaciones virtuales, separadas por apenas 100 metros. Esta red ofrece una capacidad de monitoreo que, hasta ahora, habría requerido una inversión multimillonaria en sensores físicos desplegados sobre el lecho marino.

Tecnología DAS: cuando la luz escucha

La clave de este desarrollo está en el uso de la técnica conocida como sensado acústico distribuido o DAS (por sus siglas en inglés: Distributed Acoustic Sensing). Esta tecnología se basa en el comportamiento de la luz láser al viajar a través de las fibras ópticas. Al encontrar pequeñas imperfecciones en el vidrio, parte de esa luz se refleja de vuelta hacia el punto de origen.

Cuando un fenómeno como un terremoto o una ola de presión afecta al cable, deforma ligeramente esas imperfecciones. Esto provoca un cambio de fase en las señales ópticas reflejadas, que puede ser medido con precisión. De este modo, el cable actúa como un conjunto de sensores de deformación extremadamente sensibles, capaces de detectar desde el paso de una ballena hasta un sismo en el otro lado del planeta.

Aunque este principio ya se había probado en tierra, los cables oceánicos presentan un obstáculo adicional: los repetidores de señal. Estos dispositivos, ubicados aproximadamente cada 75 kilómetros, amplifican la señal para que llegue a su destino, pero también bloquean las reflexiones ópticas necesarias para el sensado. La innovación de Nokia Bell Labs fue aprovechar una función interna de los cables conocida como loop-back, que permite que la señal de ida se redirija por otro hilo de fibra en dirección contraria. Con un procesamiento informático avanzado, los investigadores lograron recuperar las señales reflejadas incluso desde los tramos más lejanos del cable.

Escuchando terremotos y tsunamis en tiempo real

Durante las pruebas realizadas a lo largo de 2025, el sistema demostró su eficacia al captar las vibraciones de un terremoto de magnitud 8.8 ocurrido en la península de Kamchatka. Lo más sorprendente fue que también logró detectar el sutil paso del tsunami que siguió al evento, al medir las mínimas deformaciones del fondo marino causadas por la ola en movimiento.

Esto abre una nueva vía para la detección temprana de tsunamis, un objetivo crítico en la prevención de desastres naturales. A diferencia de los métodos tradicionales, que dependen de boyas o estaciones sísmicas costeras, esta tecnología permite vigilar vastas áreas del océano que hasta ahora eran prácticamente ciegas para los sistemas de alerta.

Impacto científico: una nueva forma de observar el interior de la Tierra

Más allá de la alerta temprana, el verdadero valor de esta técnica radica en su potencial para la investigación geofísica. Las ondas sísmicas que atraviesan el planeta actúan como rayos X naturales, revelando estructuras ocultas en el manto y el núcleo terrestre. Hasta ahora, la falta de estaciones en el fondo del océano limitaba nuestra capacidad para recolectar estos datos cruciales. Con esta nueva red, se podría obtener una imagen mucho más detallada del interior de la Tierra, especialmente en regiones donde las placas tectónicas se separan o donde surgen plumas de magma.

Expertos como Verónica Rodríguez Tribaldos, del centro GFZ Helmholtz en Alemania, señalan que esta herramienta también podría usarse para estudiar corrientes marinas, migración de ballenas y otros fenómenos oceánicos con una resolución nunca vista.

Ventajas económicas y logísticas

Uno de los mayores atractivos del sistema es que no requiere la instalación de nuevos cables, ni la interrupción del tráfico de datos. Basta con incorporar un láser adicional que opera a frecuencias diferentes de las señales de Internet. Esto significa que la tecnología es aplicable a los cables ya existentes, lo que reduce drásticamente los costes. Según Martin Karrenbach, geocientífico y coautor del proyecto, sería posible equipar cables comerciales con esta capacidad sin necesidad de grandes inversiones.

Sin embargo, el despliegue generalizado no está libre de obstáculos. Hay preocupaciones relacionadas con la seguridad y privacidad, especialmente por el posible uso de estos cables para detectar la actividad de submarinos. También existen reticencias por parte de las empresas de telecomunicaciones a revelar la ubicación exacta de sus infraestructuras. Estas cuestiones podrían entorpecer la colaboración científica si no se gestionan con transparencia y acuerdos adecuados.

Lo que nos depara el futuro

Aunque aún queda camino por recorrer para que este sistema se implemente de forma masiva, su potencial transformador es evidente. Convertir la infraestructura de comunicaciones en una red de monitoreo geofísico abre posibilidades que hace pocos años parecían ciencia ficción. Es como descubrir que una red de autopistas ya construida puede, con el equipamiento adecuado, ofrecernos una vista aérea del terreno sin necesidad de lanzar drones.

Las fibras ópticas ya están ahí, tendidas sobre el lecho oceánico, esperando a ser escuchadas. La tecnología existe, y lo que falta es voluntad y coordinación para convertir este hallazgo en una herramienta global de monitoreo sísmico y oceanográfico.