Las investigaciones recientes del Instituto Federal Suizo de Tecnología en Lausana (EPFL) han revelado un fenómeno sorprendente: ciertos nanoporos biológicos pueden comportarse de manera similar a las sinapsis cerebrales, con la capacidad de «aprender» a partir de señales eléctricas. Este hallazgo no solo resuelve dudas fundamentales sobre el funcionamiento de los poros biológicos, sino que también abre las puertas a nuevas formas de computación bioinspirada.
Los nanoporos son estructuras diminutas formadas por proteínas que permiten el paso de iones y moléculas a través de las membranas celulares. Pueden encontrarse en organismos tan diversos como bacterias y humanos. En la naturaleza, estas estructuras cumplen funciones vitales: en bacterias pueden actuar como toxinas, y en humanos participan en la defensa inmunitaria. Su capacidad para regular el transporte molecular con precisión los ha convertido en herramientas clave para aplicaciones tecnológicas, como la secuenciación de ADN o sensores moleculares.
Comportamientos misteriosos en los nanoporos
A pesar de su utilidad, los nanoporos presentan ciertos comportamientos que han desconcertado a los científicos durante años. Uno de ellos es la rectificación, un fenómeno en el que el flujo de iones cambia según el signo del voltaje aplicado. Otro, más crítico para los dispositivos que los usan, es el llamado gating: una interrupción repentina del paso de iones, como si el poro se cerrara temporalmente. Estos cambios pueden alterar mediciones en sensores y limitar el rendimiento de sistemas basados en nanoporos.
Aunque estos comportamientos eran conocidos, no se comprendía del todo qué los provocaba. Para aclarar este enigma, un equipo liderado por Matteo Dal Peraro y Aleksandra Radenovic en el EPFL realizó un estudio que combinó experimentos de laboratorio con simulaciones computacionales y modelos teóricos.
El papel crucial de las cargas eléctricas internas
El punto de partida fue la proteína aerolysin, una estructura bien estudiada por su uso frecuente en sensores. El equipo creó 26 variantes diferentes de este nanoporo, modificando la disposición de aminoácidos cargados eléctricamente en su interior. Es decir, rediseñaron la arquitectura interna para observar cómo los iones reaccionaban ante cada versión del poro.
La clave estuvo en aplicar señales de voltaje alternas para distinguir entre reacciones rápidas (como la rectificación) y efectos más lentos (como el gating). A través de este enfoque, descubrieron que la distribución de cargas eléctricas dentro del poro determina cómo y cuándo ocurre cada fenómeno.
La rectificación sucede porque ciertas cargas internas facilitan el paso de iones en una dirección más que en otra, algo parecido a una válvula de una sola dirección. En cambio, el gating tiene una causa más compleja: cuando el flujo de iones es muy intenso, se genera un desequilibrio de cargas que desestabiliza la estructura del poro, provocando un colapso temporal que bloquea el paso. Es como si una tubería muy débil colapsara bajo una fuerte presión de agua y luego se recuperara.
Hacia nanoporos programables
Uno de los hallazgos más notables fue que, al modificar el tipo y la ubicación de las cargas (positivas o negativas), los científicos pudieron controlar cuándo y bajo qué condiciones ocurría el gating. Aún más interesante: al hacer que la estructura del poro fuera más rígida, lograron eliminar por completo el gating. Esto demuestra que la flexibilidad estructural es esencial para que se produzca este efecto.
Este control abre una nueva posibilidad: crear nanoporos programables, capaces de activarse o desactivarse según necesidades específicas. Para la detección molecular, se podrían diseñar poros más estables, mientras que en computación podrían aprovecharse los comportamientos de gating para imitar funciones cognitivas.
Nanoporos que «aprenden»
Quizá la demostración más prometedora fue la de un nanoporo que mostró plasticidad sináptica, es decir, la capacidad de ajustar su comportamiento en función de estímulos previos. Bajo ciertas señales eléctricas repetidas, el poro modificó su respuesta, de forma similar a como las sinapsis en el cerebro se fortalecen o debilitan con la experiencia. Esto sugiere que podría integrarse en sistemas que aprenden con el tiempo, imitando funciones básicas de las neuronas.
Con estos avances, los investigadores están acercándose a la posibilidad de desarrollar procesadores basados en iones, una alternativa radical a la computación electrónica tradicional. Mientras los chips actuales dependen del movimiento de electrones, estos sistemas futuros podrían usar flujos de iones regulados por nanoporos como unidades de procesamiento, replicando los principios del cerebro humano a escala molecular.
Lo que viene para la nanotecnología inteligente
Este tipo de innovación redefine la forma en que entendemos la relación entre biología y tecnología. Lo que alguna vez fueron simples estructuras pasivas para el paso de iones, hoy se perfilan como componentes activos e inteligentes, con potencial para formar parte de nuevas arquitecturas de computación adaptativa.
A largo plazo, estos descubrimientos podrían integrarse en dispositivos que combinan detección molecular con procesamiento local de información, como sensores capaces de interpretar datos en tiempo real sin depender de sistemas externos. Una especie de «nervios artificiales» que no solo detectan, sino que también entienden y reaccionan.