El precio de Bitcoin ha experimentado una caída significativa en las últimas semanas, marcando una de sus peores rachas desde el colapso del ecosistema cripto en 2022. Este declive, que ha llevado al activo digital más famoso del mundo desde un pico de más de 126.000 dólares en octubre hasta los 82.800 dólares actuales, ha dejado a inversores e instituciones en estado de alerta.
Un desplome progresivo y sin freno aparente
Desde principios de octubre, Bitcoin ha perdido un 34% de su valor, con una caída del 23,5% solo en el último mes. En la última semana, el descenso ha sido del 14%, con episodios de fuerte volatilidad que lo llevaron a tocar los 80.760 dólares antes de repuntar brevemente por encima de los 85.000 y volver a caer.
Esta tendencia bajista no solo ha sido abrupta, sino también sostenida, lo que recuerda a momentos oscuros como el desplome de 2022 tras el escándalo de FTX y su fundador, Sam Bankman-Fried (SBF). En aquel entonces, la implosión de una de las principales plataformas de intercambio desató una crisis de confianza generalizada en todo el mercado.
Ecos del pasado: el fantasma de FTX
El caso de FTX dejó claro cómo un castillo construido sobre dinero ficticio puede derrumbarse con una sola sacudida. SBF utilizaba fondos de clientes para cubrir pérdidas en su firma Alameda Research, y además creó un token propio (FTT) sin respaldo real. Cuando Changpeng Zhao (CZ), CEO de Binance, decidió liquidar su posición de FTT —tras haber vendido su participación en FTX por 2.000 millones en ese mismo token—, fue el golpe que derrumbó el imperio. Bankman-Fried está ahora en prisión, y Zhao, aunque también enfrentó cargos por lavado de dinero, fue recientemente indultado por el presidente Donald Trump.
La sombra de ese escándalo sigue proyectándose sobre el mercado actual. Cada bajón severo en el precio de Bitcoin reactiva las alarmas y plantea la misma pregunta: ¿es este el comienzo de una nueva gran caída?
Impacto en el ecosistema y señales preocupantes
Este desplome ha tenido repercusiones más allá de Bitcoin. Otras criptomonedas han seguido la misma tendencia. Ethereum ha perdido un 31% en el mes y un 19% en lo que va del año. XRP (Ripple) también cayó un 22% en las últimas semanas, aunque aún muestra un crecimiento del 22% anual tras la retirada de la presión regulatoria del SEC, impulsada por el actual gobierno.
BNB, el token de Binance, bajó un 24% este mes, pero mantiene un crecimiento anual del 22% tras el cierre de una demanda de la SEC en mayo. Por su parte, Solana ha sido una de las más afectadas, con una pérdida del 35% mensual y del 51% en todo 2025.
En paralelo, algunas señales del ecosistema apuntan a un cambio de ciclo: firmas de análisis como DappRadar han anunciado su cierre definitivo, y varios mineros de criptomonedas han comenzado a migrar hacia proyectos relacionados con inteligencia artificial, donde la rentabilidad parece más atractiva.
Un entorno político más favorable, pero no suficiente
A pesar del entorno más benigno para las criptomonedas durante la administración Trump, que ha relajado el enfoque regulador sobre el sector, esto no ha sido suficiente para detener la caída de precios. La paradoja es evidente: aunque hay menos presión legal, el mercado sigue tambaleándose, lo que revela que el problema es más profundo que el mero contexto político.
El hecho de que grandes cantidades de posiciones apalancadas —hasta 2.000 millones de dólares— hayan sido liquidadas en solo 24 horas demuestra que muchos inversores apostaban a un rebote que no ha llegado. Esto agrava aún más la caída al generar efectos en cadena: cuando los márgenes no se cubren, se venden activos automáticamente para cubrir pérdidas, lo que arrastra aún más el precio.
¿Dónde está el suelo del mercado?
Esa es la gran incógnita. Algunos analistas habían predicho que Bitcoin alcanzaría los 200.000 dólares para fin de año, pero esas proyecciones suenan hoy completamente fuera de lugar. El mercado cripto, por su propia naturaleza, es difícil de predecir. Su comportamiento mezcla factores económicos, emocionales, tecnológicos y geopolíticos de forma única.
Como suele suceder con los mercados especulativos, nadie sabe dónde está el fondo hasta que se lo ve en retrospectiva. Por ahora, la única certeza es la incertidumbre. Y mientras tanto, los criptoinversores —y los curiosos— observan con cautela un panorama que podría seguir cambiando día a día.
