¿Puede funcionar un país donde solo se trabaje cuatro horas al día?

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hombre descansando en un sillón con un reloj en la mano, al atardecer, con una laptop cerrada (1)

Imaginar un país donde la jornada laboral está limitada a solo cuatro horas al día puede parecer ciencia ficción, pero algunos ensayos y avances tecnológicos actuales permiten plantearlo como un escenario viable, aunque no exento de enormes transformaciones. En este artículo exploramos cómo funcionaría la economía, los servicios públicos, el mercado laboral y la vida cotidiana bajo esta condición.

Redefiniendo la productividad: hacer más en menos tiempo

Con tan pocas horas disponibles, el pilar fundamental para que todo el sistema funcione es aumentar drásticamente la productividad por hora. Esto implica:

  • Integrar inteligencia artificial y robótica para automatizar tareas repetitivas.
  • Rediseñar procesos para reducir tiempos muertos.
  • Utilizar herramientas digitales que mejoren la eficiencia (como sistemas de gestión automatizados o diagnósticos asistidos por IA en sanidad).

Una analogía sencilla: si antes una panadería necesitaba ocho horas y tres empleados para producir 300 panes, ahora tendría que producir la misma cantidad en la mitad de tiempo, con menos personas en turno y más tecnología implicada.

Salarios, renta y coste de vida: reequilibrando ingresos y necesidades

Un sistema laboral de 20 horas semanales exigiría ajustes en los ingresos familiares. Esto podría lograrse mediante:

  • Salarios por hora más altos, compensando las horas reducidas.
  • Un Dividendo Universal (DU) que garantice un ingreso básico a toda la población, financiado por impuestos al capital, la automatización y la energía contaminante.
  • Control y abaratamiento del coste de vida, mediante regulación del alquiler, servicios públicos gratuitos y transporte subvencionado.

Este modelo redistributivo se basa en la idea de que el capital que se ahorra al sustituir mano de obra por tecnología debe beneficiar a toda la sociedad.

Turnos inteligentes para cubrir servicios esenciales

Servicios que necesitan operatividad 24/7 como sanidad, transporte o restauración podrían organizarse mediante turnos rotativos de 4 horas. Por ejemplo:

  • En hospitales: 6 turnos diarios con personal rotando.
  • En escuelas: clases teóricas por la mañana, y proyectos prácticos con apoyo de IA por la tarde.
  • En restaurantes: turnos partidos de 2+2 horas coincidiendo con los picos de demanda.

Los sistemas logísticos, administrativos y comerciales también dependerían en gran medida de tecnologías autónomas, como drones o cajas self-checkout.

Un mercado laboral completamente rediseñado

Todos los trabajadores tendrían contratos de 20 horas semanales como norma general. Para evitar abusos o trabajo en negro:

  • Se aplicaría una vigilancia automatizada basada en blockchain y registros fiscales en tiempo real.
  • Solo sería posible tener un segundo empleo si la suma de ambos no supera las 4 h/día.

Esto obligaría a redefinir la relación entre el tiempo, el trabajo y el dinero, valorando la calidad del empleo más que la cantidad de horas.

Cambios sociales y culturales: de vivir para trabajar a trabajar para vivir

Tener tanto tiempo libre diario cambiaría radicalmente nuestros hábitos:

  • Más dedicación al ocio, la educación continua, el deporte y la vida en comunidad.
  • Menos estrés y enfermedades asociadas al exceso de trabajo.
  • Aumento de la economía de proximidad (turismo lento, mercados locales, talleres de barrio).

El riesgo es que algunas personas intenten trabajar más por fuera del sistema, por lo que sería clave construir una cultura que valore el tiempo libre como un derecho y una oportunidad de desarrollo personal.

Autónomos y profesionales: ajuste por sector

Los autónomos también estarían limitados a 4 h/día de trabajo. Eso implica:

  • Mayor especialización y precios por servicio más altos.
  • Planificación estricta de agendas y ventanas de servicio.

En sectores como IT, abogacía o arquitectura, se fomentó el trabajo en bloques de concentración profunda (deep work), con tareas muy definidas y apoyo tecnológico.

Globalización, turismo y comercio exterior

En un mundo tan interconectado, este modelo exigiría una adaptación internacional:

  • Las exportaciones se centrarían en bienes de alto valor añadido, como software o licencias.
  • Las importaciones de bienes intensivos en trabajo se gravarían con aranceles de carbono para evitar trasladar la explotación laboral a otros países.
  • El turismo se volvería más experiencial, operado en micro-turnos y desestacionalizado para repartir la carga de trabajo.

Peligros potenciales y soluciones

Algunos de los riesgos más comunes que podrían surgir:

  • Inflación salarial si no se controla la relación entre salarios y productividad.
  • Economía sumergida si hay incentivos para trabajar más por fuera del sistema.
  • Desigualdad digital, si algunos sectores no acceden a la tecnología necesaria.

Para ello se necesitaría una gobernanza sólida, con:

  • Formación continua financiada públicamente.
  • Auditorías automáticas.
  • Incentivos a la reinversión productiva y sostenible.

Hacia una transición realista

No se trata de implantar este modelo de un día para otro. La propuesta más razonable sería una transición gradual, por ejemplo:

  • Iniciar pilotos sectoriales con jornadas de 30 horas.
  • Ir reduciendo a 24 y luego a 20 h/semana en una década, ligando cada paso a mejoras tecnológicas demostradas.
  • Implementar el Dividendo Universal y ajustes fiscales conforme se compruebe su viabilidad presupuestaria.

Una jornada laboral de cuatro horas podría funcionar, pero no simplemente reduciendo el horario actual. Requiere una transformación profunda en tecnología, cultura, fiscalidad y organización social. Si estos pilares se alinean, podríamos acercarnos a una sociedad donde el trabajo sea un medio para vivir, no el centro de la vida.