Durante mucho tiempo, la imagen del Homo neanderthalensis ha estado asociada a una supuesta torpeza o inferioridad frente a nuestra especie, Homo sapiens. Sin embargo, las investigaciones arqueológicas de los últimos años están revelando un escenario mucho más matizado y sorprendente. Lejos de ser simples usuarios de herramientas de piedra, los neandertales desarrollaron técnicas avanzadas y adaptativas para la fabricación de utensilios, el uso del fuego y hasta la producción de objetos simbólicos.
Herramientas de piedra con método y planificación
Uno de los pilares de la tecnología neandertal es la llamada industria lítica musteriense, presente en Europa y Asia occidental entre hace 300.000 y 40.000 años. Lejos de golpear piedras al azar, los neandertales empleaban métodos sofisticados como la técnica Levallois, que consistía en preparar con antelación un núcleo de piedra para obtener lascas de forma controlada. Es como si quisieran tallar una figura de plastilina y primero moldearan la base para que la forma final saliera perfecta.
Este enfoque revela una capacidad de planificación mental y enseñanza social, ya que estos procesos requerían no solo habilidad manual, sino también una cadena de pasos lógicos que podían transmitirse de generación en generación.
Adhesivos y ensamblajes: la era de los compuestos
Más allá de las piedras, los neandertales también desarrollaron adhesivos naturales, como el alquitrán de abedul, para pegar las herramientas a mangos de madera. Este material se obtenía mediante la destilación controlada de cortezas en condiciones anaerobias, es decir, sin oxígeno. Lograrlo implicaba construir pequeñas estructuras que funcionaban como hornos rudimentarios. Un hallazgo en la Cueva Vanguard (Gibraltar) sugiere incluso la existencia de “minifábricas” especializadas en este proceso hace más de 60.000 años.
Este tipo de uniones indica que los neandertales fabricaban herramientas compuestas, como raspadores enmangados, lo que supone un salto cualitativo: combinar distintos materiales para crear un objeto más eficiente.
Herramientas de madera: el gran ausente
La madera fue otro recurso clave, aunque poco representado debido a su escasa conservación en el registro arqueológico. Un caso excepcional lo ofrecen las lanzas de Schöningen (Alemania), datadas en más de 200.000 años. Estas armas muestran un diseño equilibrado y puntas endurecidas al fuego, lo que sugiere que se usaban para la caza a distancia de forma coordinada.
La existencia de estas lanzas nos habla de una estrategia grupal compleja y de habilidades para moldear materiales perecederos con una intención específica.
Huesos, cuero y cordeles: detalles que marcan la diferencia
Aunque menos comunes, también se han hallado herramientas de hueso especializadas, como los lissoirs, usados para ablandar y dar forma al cuero. Estos instrumentos, encontrados en yacimientos como Abri Peyrony, muestran una fabricación estandarizada, lo que implica una transmisión técnica intergeneracional.
Un hallazgo particularmente revelador tuvo lugar en Abri du Maras (Francia): un fragmento de cordel trenzado de tres capas adherido a una lasca de piedra. Este pequeño detalle indica que los neandertales manipulaban fibras vegetales para fabricar cuerdas, redes, bolsas o incluso prendas. Para lograrlo, se requiere entender conceptos como tensión y número, una capacidad cognitiva que no se da por sentada.
Dominio del fuego: más allá de la supervivencia
El control del fuego fue otra de las competencias tecnológicas de los neandertales. En varios yacimientos europeos se han documentado hogueras construidas de forma intencional y repetida, lo que sugiere un uso planificado y sostenido en el tiempo desde hace al menos 270.000 años.
El fuego no solo servía para cocinar o calentarse: era esencial para endurecer madera, elaborar adhesivos y alterar materiales mediante tratamientos térmicos. En este sentido, se convierte en una herramienta multifuncional, al estilo de una navaja suiza prehistórica.
Objetos simbólicos: identidad y cultura
Aunque no tan abundantes como en el Paleolítico superior, los neandertales también produjeron adornos y objetos con posible valor simbólico. En Cova Foradada (España), por ejemplo, se hallaron garras de águila perforadas, probablemente usadas como colgantes. También se conocen conchas coloreadas y pigmentos aplicados sobre objetos.
Estas creaciones sugieren un sentido de identidad o pertenencia, y la capacidad de abstraer significados en objetos materiales, una característica considerada durante mucho tiempo exclusiva de nuestra especie.
Lo que no se conserva: el sesgo del tiempo
Gran parte de las tecnologías neandertales se basaba en materiales orgánicos como madera, fibras, cuero o tendones. Estos elementos se degradan con el paso del tiempo, lo que implica que solo conservamos una parte mínima del repertorio tecnológico. Es como juzgar la biblioteca de alguien por los libros que no se quemaron en un incendio.
Por ello, muchos arqueólogos hablan de «mínimos arqueológicos»: lo que vemos es solo una fracción, y la realidad fue seguramente mucho más rica y variada.
Un legado de ingenio y adaptación
Las pruebas actuales, aunque fragmentarias, convergen en una visión renovada de los neandertales como homininos creativos, habilidosos y adaptativos. La idea de que solo imitaban o aprendían de los sapiens está perdiendo peso frente a una narrativa de innovación propia. Adhesivos, herramientas de hueso, estructuras de fuego y objetos simbólicos preceden en muchos casos al contacto con humanos modernos.
Lejos de ser simples habitantes de las cavernas, los neandertales fueron ingenieros de lo cotidiano, capaces de transformar su entorno con inteligencia y sentido práctico.