La historia entre TikTok y el gobierno de Estados Unidos lleva años acumulando tensiones, pero en los últimos días ha dado un nuevo giro. Lo que parecía un cierre inminente para la plataforma en suelo estadounidense se ha transformado en una nueva prórroga. El motivo: una combinación entre intereses políticos, presión económica y movimientos estratégicos de última hora.
¿Por qué TikTok está en el punto de mira?
TikTok, la red social conocida por sus videos virales, es propiedad de ByteDance, una empresa con sede en Beijing. Desde hace años, el gobierno de Estados Unidos ha mostrado preocupación por el posible uso de la app como herramienta de espionaje o manipulación por parte del gobierno chino. La idea es sencilla: si la empresa es china, y si China tiene leyes que pueden obligar a las compañías a colaborar con su gobierno, entonces los datos de los usuarios estadounidenses podrían estar en riesgo.
Esto llevó al Congreso de EE.UU. a aprobar una ley que prohíbe TikTok en el país, a menos que ByteDance venda sus operaciones estadounidenses a una empresa local. Esa fecha límite se acercaba: el 5 de abril. Sin embargo, justo cuando todo parecía encaminado hacia una venta, algo cambió.
El factor sorpresa: nuevos aranceles
A comienzos de abril, el presidente Trump firmó una orden ejecutiva que impone nuevos aranceles a productos importados, especialmente de China. Expertos en comercio internacional los describen como un «bombardeo económico», ya que las tarifas sobre productos chinos subieron hasta un 54%, un golpe que afecta no solo a China, sino también a los consumidores estadounidenses, que ahora podrían pagar más por productos electrónicos, ropa y hasta alimentos.
Esta decisión fue recibida en Beijing con resistencia inmediata. Según reportes de Reuters y la agencia AP, el gobierno chino frenó la aprobación del acuerdo de venta de TikTok como represalia. Como si se tratara de una partida de ajedrez, China movió una pieza clave: sin su visto bueno, ByteDance no puede cerrar ningún trato.
Una venta congelada, al menos por ahora
El acuerdo en cuestión incluía a varios inversores estadounidenses. Aunque sus nombres no han sido confirmados oficialmente, medios mencionan a grandes nombres como Blackstone, Oracle, Amazon, la plataforma AppLovin y hasta el fundador de OnlyFans, Tim Stokely. ByteDance iba a conservar un 20% de participación en la nueva entidad, lo que implicaba una venta parcial y no un control absoluto estadounidense, lo que podría haber generado dudas en Beijing.
Sin embargo, con la presión de las tarifas sobre la mesa, el gobierno chino optó por frenar todo. Esto dejó al presidente Trump en una posición incómoda. En lugar de ejecutar la prohibición, decidió extender el plazo por 75 días adicionales, alegando que había habido «progresos significativos» en las negociaciones.
¿Por qué importa esto?
Más allá del drama político, este caso es un excelente ejemplo de cómo la tecnología, la economía y la geopolítica están más entrelazadas que nunca. Lo que en principio parecía una simple compra-venta empresarial, terminó siendo una ficha más en un tablero de tensiones comerciales globales.
Para ponerlo en perspectiva: si alguna vez trataste de vender un coche, pero justo antes de cerrar el trato, tu comprador decide subirte el alquiler de la casa, probablemente revaluarías todo el acuerdo. Algo similar ocurrió aquí. China respondió a las tarifas con una jugada que afecta directamente un tema que a EE.UU. le preocupa: el control sobre los datos de TikTok.
¿Y qué piensan los usuarios?
La realidad es que TikTok cuenta con más de 170 millones de usuarios en Estados Unidos. Muchos de ellos no están al tanto de las negociaciones políticas detrás de la aplicación que usan para entretenerse, informarse o incluso trabajar. Durante los últimos años, la idea de un posible veto perdió fuerza en la opinión pública. El miedo al espionaje ha sido reemplazado, en muchos casos, por una normalización del uso de plataformas digitales, sin importar su origen.
No obstante, para el gobierno estadounidense, el riesgo sigue latente. Incluso si TikTok no ha sido usado con fines maliciosos hasta ahora, su estructura actual permite que eso ocurra en el futuro. De ahí la insistencia en que las operaciones estadounidenses pasen a manos locales.
Impacto económico de los aranceles
Mientras tanto, los efectos colaterales de la nueva política arancelaria ya se están haciendo sentir. Empresas tecnológicas como AMD, Dell y HP han registrado caídas cercanas al 10% en sus acciones, lo que refleja el nerviosismo del mercado ante el posible encarecimiento de los productos electrónicos.
Y eso es solo el comienzo. Si las tarifas se expanden a sectores como los semiconductores, el impacto podría ser mucho más profundo. Recordemos que casi todo dispositivo digital —desde un reloj inteligente hasta una consola de videojuegos— depende de componentes fabricados en China o ensamblados con piezas de origen chino.
En resumen: mientras se negocia TikTok, se está reconfigurando buena parte del comercio tecnológico global.
¿Qué podemos esperar en los próximos meses?
Lo más probable es que las conversaciones entre ByteDance y las empresas estadounidenses continúen durante este nuevo periodo de gracia. Pero el contexto es ahora mucho más complejo. La intervención de China demuestra que este no es un tema puramente empresarial, sino una extensión de una guerra comercial en cámara lenta.
Al mismo tiempo, Estados Unidos está en plena discusión sobre cómo regular la presencia de empresas tecnológicas extranjeras en su territorio. Y aunque TikTok es el caso más mediático, no es el único. El caso sienta un precedente que podría afectar a otras plataformas, apps y proveedores de tecnología.
Una cuestión de confianza
Más allá de los acuerdos y las leyes, lo que está en juego es la confianza. ¿Pueden los gobiernos confiar en que las empresas tecnológicas manejarán los datos de los usuarios de forma ética, sin influencias externas? ¿Pueden los ciudadanos confiar en que sus gobiernos tomarán decisiones pensando en su bienestar digital y no en intereses estratégicos?
TikTok, en este contexto, es solo un reflejo de una pregunta mucho más grande: ¿quién controla el futuro digital del mundo?