Muchos hemos seguido de cerca la evolución de WhatsApp, la joya de la corona de Meta, adquirida por un precio que rozó los 20 mil millones de dólares. Esta aplicación, que forma parte de nuestra comunicación diaria, se encuentra en una encrucijada financiera: ofrecer un servicio gratuito y encriptado sin una monetización clara.
El caso es que, después de varios años asegurando que Whatsapp nunca tendría anuncios, parece que la cosa cambiará en el futuro, pero no temáis, parece que nuestros chats seguirán siendo un santuario privado.
Hace poco, Will Cathcart, quien capitanea WhatsApp, desmintió rumores de que nuestra bandeja de entrada de chats se vería inundada por anuncios. Frente a medios brasileños, clarificó que buscar anuncios entre mensajes personales no es un escenario que consideren adecuado. Aquí, veo un esfuerzo por preservar la intimidad que tanto valoramos.
En cambio, los estados y canales podrían ser el nuevo escaparate para las marcas. Estos últimos, sin la encriptación de extremo a extremo que caracteriza a los chats, podrían albergar anuncios, siguiendo el modelo de Telegram. La decisión suena lógica: es un espacio menos intrusivo, donde el contenido publicitario podría tener mejor acogida.
Europa, con su férreo escudo de privacidad, ha sido el laboratorio de Meta para experimentar con versiones de pago de Facebook e Instagram. Sin embargo, la tendencia indica que la empresa de Zuckerberg apuesta por los anuncios en lugar de suscripciones pagas. ¿Estarán tratando de persuadir a los usuarios para consentir la publicidad a cambio de no pagar?
Más allá de los anuncios, WhatsApp ya genera unos 10 mil millones de dólares al año, en parte gracias a las tarifas que cobra a las empresas por comunicarse con sus clientes a través de la plataforma. Esta es una táctica que, personalmente, encuentro más orgánica y menos invasiva.
La inteligencia artificial (IA) está llamada a ser una pieza central en WhatsApp. Con la promesa de ofrecer información del mundo sin salir de la app, la IA podría convertirse en nuestro asistente personal, manteniéndonos dentro del ecosistema de Meta. Aquí entre nosotros, no descartaría que este servicio también abra puertas a una nueva forma de publicidad contextual y menos directa.
Mirando hacia el futuro, no está claro cuándo se materializarán estos cambios en WhatsApp, pero lo que sí parece evidente es que la publicidad, de alguna forma, encontrará su camino en la aplicación. Esto me lleva a reflexionar sobre cómo las empresas tecnológicas buscan el equilibrio entre monetización y experiencia del usuario. La clave será si consiguen implementar estos cambios sin alterar la esencia de lo que hace a WhatsApp una herramienta tan valiosa: su capacidad para conectar a las personas de forma segura y privada.