Cómo las ondas cerebrales se pueden convertir en obras de arte

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Imagínese un aula donde los futuros ingenieros no solo aprenden ecuaciones y teorías, sino que también crean arte a partir de sus propias ondas cerebrales. Este escenario no es una fantasía, sino una realidad en el Instituto de Tecnología de Georgia, donde un curso llamado «Artes y Geometría» está llamando mucho la atención.

El curso emplea electroencefalografía (EEG), una técnica que mide la actividad eléctrica del cerebro. Los estudiantes utilizan auriculares EEG para capturar patrones de actividad cerebral que luego se traducen en arte. Para aquellos que no están familiarizados con el término, la electroencefalografía es un método de monitoreo que registra la actividad eléctrica generada por las células cerebrales.

A diferencia de los cursos de ingeniería convencionales, que se centran en la construcción y el diseño estructural, «Artes y Geometría» se sumerge en campos tan diversos como la neurociencia y el arte terapéutico. El objetivo es familiarizar a los estudiantes con herramientas matemáticas especializadas que les permitan comprender sistemas físicos complejos o grandes conjuntos de datos.

Los estudiantes no solo aprenden teoría, sino que también aplican sus conocimientos de manera práctica. Por ejemplo, un artista visual que lleva un auricular EEG puede convertir su actividad cerebral en una melodía, que luego inspira a un bailarín. Este enfoque tiene beneficios más allá del aula, incluido el bienestar mental y el aumento de la autoestima.

El curso se inspiró en la obra de teatro «Picasso en el Lapin Agile», que imagina un diálogo entre Pablo Picasso y Albert Einstein. Este contexto cultural añade una capa de profundidad al curso, alentando a los estudiantes a explorar las intersecciones entre ciencia, tecnología y arte.

Este tipo de educación interdisciplinaria podría ser un indicador de lo que está por venir. A medida que avanzamos en la era de la inteligencia artificial y la computación cuántica, la necesidad de una formación más holística se vuelve cada vez más evidente. No se trata solo de formar ingenieros técnicamente competentes, sino de cultivar mentes creativas y emocionalmente inteligentes.

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