Ayer fue el día en el que, después de muchos años con el tema sobre la mesa, Twitter por fin se vendió a alguien, y en este caso fue el hombre más rico del mundo el que decidió hacerse con la plataforma.
Elon Musk compró Twitter usando gran parte de su fortuna, 44 000 millones de dólares, una buena tajada si tenemos en cuenta que la cantidad total de dinero de Musk es de entre 200 y 250 000 millones de dólares.
El caso es que Elon Musk dice que quiere transformar a Twitter en el pilar de la libertad de expresión en Internet, y eso está generando varias preocupaciones. Amnistía Internacional ya se ha pronunciado, con dos palabras «Toxic Twitter». En el mismo hilo dice:
Nos preocupa cualquier medida que Twitter pueda tomar para erosionar la aplicación de las políticas y los mecanismos diseñados para proteger a los usuarios.
Entre los principales miedos tenemos:
– Que se permita el discurso abusivo contra determinados sectores de la población. Que se haga bullying abiertamente.
– Que se incite al odio, motivo por el cual la cuenta de Trump fue eliminada en su momento. Por cierto, Trump ya ha dicho que aunque le dejen volver a Twitter, él no volverá.
– Que, tal y como dijo la actriz Jameela Jamil, Twitter se convierta en un espacio aún más anárquico, odioso, xenófobo, intolerante y misógino.
– Que millones de usuarios se vayan de la red (ya hay muchos que lo han hecho).
Son miedos razonables, pero aún no sabemos exactamente lo que quiere decir «libertad de expresión» en boca de Elon Musk. Una cosa es opinar abiertamente sobre cualquier asunto, otra diferente es amenazar y transformar la red en un infierno para cualquier persona decente. Personalmente dudo mucho que Elon Musk haga cambios radicales.