Explorar los océanos no es una tarea sencilla. Lo que el GPS hace en la superficie, no puede hacerlo debajo del agua, ya que ese tipo de onda no se propaga bien en ese medio, motivo por el cual se suele usar sonar, ondas de sonido que golpean las cosas e informan de su posición a la vuelta.
El problema es que el sonar típico consume mucha energía, lo que limita su uso para exploración submarina de largo plazo.
Ahora el MIT pone su enorme grano de arena a este mundo con un nuevo sistema sin batería, un sistema que usa las señales que ya se encuentran en el agua, en lugar de crear las suyas propias.
Para ello usa materiales piezoeléctricos que generan una carga eléctrica cuando son golpeados por tensión mecánica, incluida la tensión resultante de una onda de sonido que impacta contra ellos. En el MIT ya sabían como transformar la información de estas ondas en código binario, así consiguen datos sobre temperatura o concentración de sal, pero ahora también pueden usarlo para averiguar la información de ubicación.
El problema de las ondas de sonido en el agua es que no vuelven en linea recta, se van refractando constantemente con las variaciones del agua, por lo que no es tan sencillo como aplicar la ecuación de «si tarda 0,04 segundos y viaja a 1435 m/s en el agua, la distancia es 57 metros». Lo que han hecho es usar el concepto de «salto de frecuencia» y recopilar información en un rango de diferentes longitudes de onda, algo que ha sido efectivo en aguas profundas y que pretenden que también lo sea en aguas más turbulentas, como las más superficiales.
El objetivo es que los exploradores submarinos robóticos puedan cartografiar mejor el fondo del océano, por lo que se aproximan grandes novedades en este sector.
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