Durante años, millones de estadounidenses encontraron en Temu y Shein una alternativa económica para comprar ropa, gadgets, utensilios para el hogar y más. Con precios tan bajos que a veces parecían irreales, estas plataformas chinas se convirtieron en el “nuevo dólar store digital”. Pero ahora, un giro en la política comercial de Estados Unidos ha encarecido este hábito para muchos… y no por poco.
De compras a crisis: el fin de la ganga internacional
Imagínate que cada vez que hacías clic en “comprar” en Temu, sentías que estabas venciendo al sistema. Un producto directamente desde China, sin intermediarios, sin impuestos, entregado en la puerta de tu casa por apenas unos dólares. Así funcionaba gracias a una política conocida como exención de minimis, que permitía importar productos menores a 800 dólares sin pagar impuestos ni aranceles.
Pero a partir de mayo de 2025, eso se acabó. Esa exención ya no existe. Y, por si fuera poco, se ha implementado un arancel del 145% sobre todas las importaciones chinas. Sí, lo leíste bien: casi el doble del precio, solo en impuestos.
¿Por qué se tomaron estas medidas?
El expresidente Donald Trump ha renovado su apuesta por el proteccionismo económico, con la intención declarada de «revivir la industria manufacturera estadounidense». Según su visión, si se encarece la importación, las empresas preferirán producir en EE. UU., y eso generaría empleos y fortalecería la economía local.
Pero en la práctica, la situación es más complicada. Producir en Estados Unidos no es barato: la mano de obra es más costosa, los procesos son más regulados y el tiempo de implementación puede tomar años. Mientras tanto, ¿quién paga la diferencia? Exacto: el consumidor final.
“Ahora no puedo ni comprar en Temu”
Las consecuencias ya se están sintiendo. Personas que antes dependían de estas plataformas por su asequibilidad ahora se encuentran con facturas sorpresa. Una usuaria de TikTok, por ejemplo, mostró cómo FedEx le cobró 372 dólares en aranceles por un simple chaleco comprado en línea. Y no es un caso aislado.
Rena Scott, una enfermera jubilada de Virginia, lo expresó claramente: “Ya no puedo permitirme comprar en Temu, y antes tampoco podía permitirme comprar en este país”.
Las zonas más afectadas por esta nueva política son precisamente las más vulnerables económicamente. Aquellos estados y comunidades con menor ingreso per cápita eran también los que más usaban plataformas como Shein y Temu para acceder a productos que, en tiendas locales, son hasta cinco veces más caros.
El efecto dominó: no solo son los consumidores
Esto no solo afecta a los compradores individuales. Muchas pequeñas empresas en EE. UU. también importaban componentes, herramientas o productos terminados desde China. Y ahora enfrentan un dilema: absorber los costos y reducir sus márgenes de ganancia, o subir los precios y arriesgarse a perder clientes.
Además, muchas de estas empresas no tienen proveedores alternativos listos en territorio nacional. Cambiar toda la cadena de suministro no es cuestión de semanas, sino de años. Y en ese tiempo, podrían quedar fuera del mercado.
¿Fabricar en casa es la solución?
Suena lógico pensar que fabricar localmente sería la alternativa perfecta. Pero hay dos grandes obstáculos: el costo y la capacitación.
Según Olaf Gorth, futurista y profesor en la Universidad de California, Berkeley, “las habilidades que tienen actualmente los trabajadores estadounidenses no se alinean con lo que exige la manufactura moderna”. En otras palabras, no basta con querer producir en EE. UU., hay que preparar a la fuerza laboral primero.
Esto implica invertir en educación técnica, reconversión profesional y certificaciones. Y mientras eso ocurre, la productividad se verá resentida. El propio Gorth afirma que el verdadero desafío no es competir con China en costos, sino en nivel de especialización.
La paradoja de los aranceles
Muchos expertos coinciden en que, lejos de proteger la economía, este tipo de medidas pueden provocar una recesión. Ya se reporta una caída del 0,3% del PIB en el primer trimestre de 2025, y eso podría ser solo el inicio.
Un informe de JPMorgan lo resume con una frase contundente: “Los aranceles son un impuesto sobre las importaciones. Y como todos los impuestos, quien los paga somos nosotros, los consumidores”.
Esto es como si quisieras arreglar un grifo que gotea cerrando la llave de paso principal de toda la casa: tal vez detengas la fuga, pero también te quedas sin agua para cocinar, limpiar o ducharte. Así de drásticas son las consecuencias colaterales de políticas mal calibradas.
¿Qué opciones quedan para los consumidores?
Aunque la situación parezca desesperanzadora, hay algunas estrategias que los compradores pueden aplicar:
Agrupar pedidos: Al comprar más productos en un solo pedido, el costo del envío y los posibles aranceles se pueden amortiguar.
Buscar marcas locales emergentes: Muchos emprendedores están ofreciendo productos de calidad fabricados en EE. UU., y están ganando terreno gracias a esta nueva coyuntura.
Comprar de segunda mano: Plataformas como eBay, ThredUp o Facebook Marketplace se están convirtiendo en alternativas viables para quienes buscan ahorrar.
Esperar ofertas y cupones: Algunas tiendas siguen intentando absorber parte del impacto mediante promociones temporales.
Informarse antes de comprar: Leer las políticas de aduanas, condiciones de envío y cargos adicionales es más importante que nunca.
El futuro del ecommerce transfronterizo
La idea de que podríamos comprar directamente desde una fábrica al otro lado del mundo sin pagar de más fue revolucionaria. Pero esa era está cambiando. Lo que antes era una ventaja digital ahora se enfrenta a muros políticos y económicos que reconfiguran el escenario.
El gran reto, tanto para gobiernos como para consumidores, será encontrar un equilibrio entre acceso asequible y autosuficiencia económica. La solución no puede ser solo subir precios y esperar lo mejor. Hace falta una estrategia más humana, inclusiva y gradual.
Por ahora, lo cierto es que la época dorada de Temu y Shein en EE. UU. se está desvaneciendo, y con ella, la ilusión de que podíamos tenerlo todo por casi nada.