En los rincones más lejanos del sistema solar, donde el sol apenas llega a calentar, las cosas pueden volverse bastante extrañas. Durante años, los astrónomos han observado objetos rocosos orbitando de formas muy poco usuales, y muchos han atribuido estas órbitas extrañas a la influencia de un Planeta Nueve desconocido, un gigante oculto en los confines de nuestro sistema solar. Pero, ¿y si ese planeta no existe en absoluto?
¿De dónde viene la teoría del Planeta Nueve?
La idea del Planeta Nueve surge porque ciertos objetos transneptunianos (TNOs), cuerpos rocosos que orbitan más allá de Neptuno, se mueven en trayectorias tan inclinadas y excéntricas que parece que algo grande los está afectando gravitacionalmente. Algunos científicos han propuesto que un planeta hasta cinco veces la masa de la Tierra podría estar causando estas perturbaciones, manteniéndose fuera de nuestra vista debido a su distancia y brillo débil.
Sin embargo, tras años de búsqueda, no hemos encontrado ni rastro de ese planeta. Esto ha llevado a algunos a preguntarse si, en realidad, el Planeta Nueve no es un planeta en absoluto. Un nuevo estudio ofrece una respuesta intrigante: quizás todo esto se deba a una estrella alienígena que pasó cerca de nuestro sistema solar hace miles de millones de años.
¿Una estrella de visita?
La idea puede sonar sacada de la ciencia ficción, pero no es tan descabellada. Según un equipo de astrofísicos liderado por Susanne Pfalzner del Forschungszentrum Jülich en Alemania, una estrella ligeramente más ligera que el Sol podría haber pasado cerca de nuestro sistema solar hace unos 4.6 mil millones de años, cuando nuestro Sol todavía era joven y el sistema solar se estaba formando.
Simulaciones que dan pistas
Para probar esta teoría, los investigadores realizaron más de 3,000 simulaciones de ordenador, modificando la masa y la distancia de las estrellas que podrían haber pasado cerca del sistema solar y observando los efectos en los TNOs. Los resultados mostraron que una estrella con aproximadamente el 80% de la masa del Sol, pasando a unos 16.5 mil millones de kilómetros (alrededor de 110 veces la distancia entre la Tierra y el Sol), podría haber causado las órbitas excéntricas que vemos hoy en día.
Imagínate: una estrella se acercó lo suficiente como para «remover» el borde del sistema solar, haciendo que algunos objetos se movieran en trayectorias tan inclinadas que casi orbitan sobre los polos del Sol, en lugar de su ecuador. Este paso estelar podría incluso explicar por qué algunos de estos objetos, como los misteriosos 2008 KV42 y 2011 KT19, orbitan en la dirección opuesta a la mayoría de los planetas.
Un nuevo punto de vista sobre las lunas
Una de las conclusiones más interesantes de este estudio es cómo podría explicar la diversidad de las lunas en los planetas exteriores de nuestro sistema solar. Según Simon Portegies Zwart de la Universidad de Leiden, hasta el 7.2% de la población original de TNOs podría haber sido lanzada hacia el Sol durante este evento. Algunos de estos objetos habrían sido capturados por los planetas gigantes como lunas, lo que explicaría por qué Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno tienen lunas tan diferentes entre sí.
No es una respuesta definitiva, pero es elegante
Por supuesto, esta teoría no es la única explicación posible. Como bien señala el equipo, todavía hay muchas razones por las que no hemos detectado el Planeta Nueve. Podría ser extremadamente tenue y lejano, o podríamos estar limitados por la calidad de los datos disponibles; después de todo, lo que se encuentra tan lejos del Sol es difícil de ver y podría haber sesgos en los datos que tenemos.
Aun así, la idea de un paso cercano de una estrella no es para nada improbable. Es una solución ordenada que, en palabras de Pfalzner, «responde a varias preguntas abiertas sobre nuestro sistema solar con una sola causa». A veces, lo más simple es lo más efectivo.
Una teoría que resuelve varios misterios
Lo fascinante de este modelo es que no solo explica las órbitas raras de los TNOs, sino que también ofrece una nueva perspectiva sobre la formación y la evolución de las lunas en los planetas gigantes. Todo esto a partir de una simple hipótesis: una estrella pasó cerca hace mucho tiempo y cambió las reglas del juego.
Este estudio, publicado en Nature Astronomy y The Astrophysical Journal Letters, nos recuerda que todavía hay mucho por descubrir sobre nuestro sistema solar. Y que, tal vez, algunas de las respuestas que buscamos no estén tan lejos como pensamos, sino en el rastro de antiguos visitantes estelares.