La tensión entre la Administración Federal de Aviación (FAA) y SpaceX ha alcanzado un nuevo pico. En el centro del debate se encuentra la seguridad de los satélites Starlink de SpaceX, que según un informe de la FAA, podrían representar un riesgo significativo para la vida en la Tierra.
La FAA ha presentado un informe al Congreso en el que afirma que para el año 2035, podrían caer a la Tierra unos 28.000 fragmentos de satélites Starlink cada año. Según el informe, esto elevaría la probabilidad de que un fragmento impacte y mate a alguien en la superficie terrestre al 61% anualmente. El informe también señala un riesgo, aunque menor, para la aviación: un 0,07% de probabilidad de que un fragmento derribe un avión cada año.
SpaceX ha refutado las afirmaciones de la FAA, calificando su análisis como «profundamente defectuoso». La compañía argumenta que el informe se basa en un estudio de 23 años de antigüedad y no toma en cuenta las especificaciones de diseño y material de los satélites Starlink. SpaceX también destaca su historial de desorbitar satélites con éxito, sin incidentes registrados de fragmentos peligrosos.
El conflicto plantea varias preguntas críticas:
- Metodología: ¿Cuál es la base científica de las afirmaciones de la FAA y cómo se compara con los datos y análisis de SpaceX?
- Competencia Regulatoria: ¿Está la FAA preparada para regular este campo en rápida evolución?
- Seguridad Pública: ¿Cuáles son los riesgos reales para las personas y propiedades en la Tierra?
El resultado de este debate tendrá implicaciones no solo para SpaceX sino para toda la industria aeroespacial y el paisaje regulatorio. La coordinación entre diferentes agencias gubernamentales, como la FAA y la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC), también entra en juego.
Más allá de la disputa inmediata, este conflicto señala la necesidad de un marco regulatorio más robusto y basado en datos para la tecnología de satélites, eso está claro.
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