Investigadores turcos han realizado un avance en la tecnología inalámbrica, desarrollando nanotatuajes que no requieren baterías ni cables para establecer comunicaciones. Este avance rompe las barreras de la alimentación externa y la necesidad de conexiones cableadas, abriendo nuevas posibilidades para la tecnología de sensores biosensores.
Creación de los nanotatuajes
Estos innovadores nanotatuajes han sido desarrollados por Kristen D. Belcastro, de la Universidad de Yeditepe, y Onur Ergen, de la Universidad Técnica de Estambul. La composición es un juego de dos tintas. La primera es una tinta de óxido de zinc que contiene nanocables incrustados. La segunda es una tinta de aerogel de grafeno conductivo, un material poroso ultraligero con excelentes propiedades de conductividad. Estas dos tintas se pintan sobre la piel mediante dos agujas separadas, logrando un enlace a nivel nanométrico al entrar en contacto.
Comunicación inalámbrica
El principio de funcionamiento de estos nanotatuajes se basa en la actividad piezoeléctrica, un fenómeno por el cual ciertos materiales generan electricidad en respuesta a una presión mecánica. En este caso, los nanotatuajes cambian de forma y convierten esta energía mecánica en energía eléctrica.
Para establecer la comunicación, los investigadores emplean una técnica llamada retrodispersión, un proceso en el que los objetos reflejan una parte de las ondas de radio que reciben. Esta técnica es similar a la utilizada en las etiquetas RFID, pero no está limitada a un número específico de frecuencias permitidas.
Aplicaciones futuras
La aplicación de estos nanotatuajes en el campo de la atención médica es prometedora. Un ejemplo es su uso como sensores EEG inalámbricos para el monitoreo cerebral. Los investigadores también exploran la posibilidad de usarlos para recolectar datos a través del sudor y la saliva, sin necesidad de baterías.
Pero el potencial de los nanotatuajes va más allá del cuerpo humano. Pueden aplicarse a cualquier superficie, desde vehículos hasta sillas, y transmitir información relevante para el diagnóstico o la optimización de la eficiencia.
Este descubrimiento, junto con un proyecto de ingeniería de electrones cuánticos financiado con 1.4 millones de euros, podría transformar la forma en que interactuamos con la tecnología y el mundo que nos rodea. Ya no solo seremos consumidores de tecnología, sino que formaremos parte integrante de sus redes de comunicación.
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