Imagina por un momento que estás en una reunión muy importante. Estás al borde de tu asiento, las palmas sudando, el corazón palpitando. La tensión en la sala es palpable. Entonces, el contable entra con un montón de papeles bajo el brazo. Avanza hacia el frente de la sala, se aclara la garganta y dice: «Lo he calculado todo… con Excel». Se desata el caos.
Así es, querido lector, los números que acabas de recibir han sido calculados con una herramienta. ¿Acaso no es esto escandaloso? ¡Usó una herramienta para hacer su trabajo! Y lo peor de todo, ¡admitió que usó Excel! ¿No es esto un sacrilegio contable? ¿Dónde quedó el buen arte de la contabilidad hecho a mano, con calculadora y papel? ¡Esto tiene que parar!
Pero el horror no se detiene ahí. Hay una creciente preocupación de que los textos que leemos hoy en día pueden haber sido generados por un modelo de inteligencia artificial. Un horroroso monstruo de software llamado ChatGPT que escupe palabras como si fueran caramelos.
Los expertos están trabajando día y noche para desarrollar herramientas sofisticadas que puedan detectar si un texto fue escrito por un humano o generado por este siniestro bot de charlas. Porque, por supuesto, conocer la procedencia de un texto es fundamental para su interpretación. ¿Qué pasaría si un poema hermoso y conmovedor resultara ser obra de una máquina? ¡Qué escándalo! Nuestras almas poéticas se desgarrarían.
Es gracioso, ¿verdad? Cómo somos tan rápidos en cuestionar el uso de las herramientas. Si nuestro contable usa Excel, o si una inteligencia artificial genera un texto, ¿realmente cambia el valor o la validez del resultado?
Si el contable utiliza Excel para calcular los balances y proporcionar información precisa y detallada, ¿no está simplemente haciendo su trabajo más eficiente y efectivo? Y si un texto generado por ChatGPT nos hace reír, llorar, o nos hace reflexionar, ¿no ha cumplido su propósito, independientemente de su origen?
A lo mejor, en lugar de pasar tanto tiempo desarrollando tecnologías para detectar si un texto fue escrito por un humano o por una IA, o si tu contable está usando Excel, podríamos invertir ese tiempo en crear y mejorar las herramientas que nos permiten ser más productivos, más creativos y, en definitiva, más humanos.
Pero claro, eso no sería tan dramático, ¿verdad? No tendríamos la emoción de saber que nuestro contable hizo todos los cálculos de cabeza o la indignación de saber que un poema fue escrito por una máquina. Y, después de todo, ¿Quién quiere vivir en un mundo sin un poco de drama?
Dicho esto…
Por otro lado, hay que concentrarse en soluciones que ayuden a usar ChatGPT de forma productiva en las escuelas, por supuesto.
De la misma forma que se trabaja en evitar que un alumno copie todo su contenido de la Wikipedia, tampoco se puede poner nota a un trabajo que ha sido escupido por ChatGPT en dos minutos, aunque seguramente la solución debe pasar por cambiar la forma de evaluar a los alumnos.
Cerrar las puertas a ChatGPT con herramientas que «detectan» si el contenido ha sido generado por una IA es absurdo, de la misma forma que lo es prohibir el uso de Internet en las universidades.