Un grupo de investigadores de la Escuela de Ingeniería de la Ecole Polytechnique Federale de Lausanne (EPFL) ha desarrollado una tinta para impresoras 3D que contiene bacterias productoras de carbonato de calcio, un mineral presente en materiales naturales como los huesos o las conchas. Esta técnica permite la producción de biomateriales resistentes, ligeros y ecológicos con múltiples aplicaciones, desde la restauración de obras de arte hasta la medicina.
La clave del éxito radica en la capacidad de las bacterias, en este caso la Sporosarcina pasteurii, para desencadenar un proceso de mineralización al entrar en contacto con una solución de urea. De esta manera, la tinta, llamada BactoInk, puede imprimirse en cualquier forma y, tras unos pocos días, la mineralización de la tinta transforma el material en un compuesto con una resistencia y dureza similares a las de materiales naturales como los huesos.
El equipo, liderado por Esther Amstad, jefa del Laboratorio de Materiales Blandos de la EPFL, ha creado así una técnica de impresión 3D que abre la puerta a una amplia variedad de aplicaciones. Entre ellas, la restauración de obras de arte dañadas, la producción de corales artificiales para la regeneración de arrecifes marinos y la medicina regenerativa.
La técnica de BactoInk ofrece una alternativa ecológica a los materiales sintéticos tradicionales y permite producir compuestos de alta calidad sin la necesidad de someterlos a temperaturas extremas, como ocurre en la fabricación de cerámica. Además, los productos finales ya no contienen bacterias vivas, ya que se sumergen en etanol al final del proceso de mineralización.
La capacidad de la tinta para imprimir materiales resistentes y ligeros tiene importantes implicaciones para la medicina regenerativa, donde los tejidos óseos y cartilaginosos son cruciales. En el campo de la restauración de arte, BactoInk puede ser inyectado directamente en las áreas dañadas para su reparación, previniendo además futuros daños.
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