Hace poco se dio a conocer la noticia de que la NASA ha otorgado un financiamiento de 600 mil dólares para poner en marcha un estudio que determine cuán viable resultaría el envío de un enjambre de robots nadadores en miniatura a océanos de otros planetas y lunas para su exploración.
Entre los lugares del espacio a donde serian potencialmente enviados estos robots nadadores estarían, Europa (una luna de Júpiter) y Encelado (una luna de Saturno).
Plutón sería otra de las opciones contempladas para enviar estos micronadadores independientes a explorar sus océanos.
La razón tras esta iniciativa de la NASA radica en el hecho de que estos océanos, además de contener una vasta cantidad de agua en estado líquido, podrían albergar vida dentro de la interacción química producida entre esta y las rocas, algo que ha atraído la atención de la comunidad científica durante mucho tiempo.
Se dice incluso que estos entornos oceánicos podrían presentar un aspecto similar al que había en la Tierra durante la época en que comenzaron a surgir las primeras muestras de vida.
Este planteamiento se hace tomando en cuenta que, dentro de estos ambientes, por lo general, el agua se filtra en la roca que se encuentra depositada en el fondo oceánico, calentándose y enriqueciéndose químicamente hasta ser expulsada nuevamente al océano.
Esto puede fácilmente constituir una fuente de sustento para los microbios, los cuales a su vez serían consumidos por organismos de mayor tamaño; todo esto sin requerir de luz o de atmosfera.
Respecto a los mundos oceánicos presentes en lugares fuera de la Tierra, la mayoría de estos poseen interiores rocosos que son calentados por la energía proveniente de las mareas principalmente, evitando con ello el congelamiento de su superficie.
Si bien esto difiere del calentamiento radioactivo generado en el interior de la Tierra, las interacciones químicas que se dan entre el agua y la roca en ambos entornos presentan la misma dinámica.
Es en esta instancia donde entran en juego los micronadadores independientes, los cuales serían transportados en una nave hasta la luna de Europa o Encelado, procurando posarse sobre algún lugar donde la capa de hielo no sea muy gruesa.
Posterior a esto se liberaría una sonda calentada por radio que se encargaría de fundir un agujero de 25 cm de ancho hasta el océano, por el cual luego serían ingresadas hasta cuatro docenas de micronadadores en forma de cuña con un tamaño de 12 cm para iniciar la exploración de este entorno.
De momento este proyecto forma parte de un total de cinco estudios de fase 2 enmarcados dentro de la iniciativa «conceptos avanzados» financiada por el programa Innovative Advanced Concepts (NIAC) de la ronda 2022.