Cuando se es gracioso, se tiene don de comunicación, buenas ideas y buena puntería, el mundo del vídeo online se abre de forma muy lucrativa. Miles de jóvenes han conseguido obtener mucha fama en Youtube, con miles y millones de suscriptores que esperan pacientemente cada uno de los vídeos publicados, y eso ha generado una nueva profesión cuyos límites aún no se han impuesto.
Es cierto que la política de Google en Youtube es bastante clara en muchos puntos, pero también es cierto que es imposible verificar uno por uno todos los vídeos que allí se publican, motivo por el cual es posible, entre otras cosas, ver películas completas colgadas en la plataforma sin el permiso adecuado para hacerlo.
Pero no es sobre contenido «ilegal» y sí sobre contenido polémico, sobre lo que vamos a tratar.
Hace varias semanas ya vimos como un famoso youtuber español abrió las puertas de los problemas después de darle una galleta con pasta de dientes a un mendigo. El youtuber en cuestión ya llamaba la atención por hacer sufrir a gatos planeando trampas y grabando situaciones realmente absurdas, por lo que estaba claro que sus problemas solo estaban esperando pacientemente. Ahora el caso está en los tribunales, los vídeos eliminados, muchos usuarios indignados y muchos otros miles pidiendo más vídeos del mismo estilo que los que se estaban publicando.
«Todo es por la comunidad», «mis suscriptores piden eso», «doy lo que me piden»…
Los argumentos se acaban, no se pueden justificar ciertos actos en pro del entretenimiento, y eso es algo que las cadenas de TV han ido aprendiendo durante las últimas décadas a base de procesos judiciales.
Pero estas cosas también ocurren en la liga superior. El youtuber más famoso del mundo, Pewdiepie, con 53 millones de suscriptores en su canal, ha perdido dos pilares importantes: el patrocinio de Disney y la relación estrecha que mantenía con youtube. Pewdiepie tenía un canal exclusivo para Youtube Red, donde estaban a punto de entrenar la segunda temporada de una serie protagonizada por él. También tenía un acuerdo exclusivo de publicidad, cobrando más que el resto de mortales youtubers en su plataforma. Lo ha perdido todo.
Debido a una serie de vídeos en los que mostraba frases de odio hace los judíos, ha perdido el apoyo que le permitía ganar enormes cantidades de dinero con su actividad. Mantiene los 53 millones de suscriptores, eso sí, pero ganará con la publicidad tradicional, por lo que se reducirán sus ingresos de forma alarmante.
En su blog comenta lo mismo que otros youtubers: «yo no soy así, es solo espectáculo, hago lo que mi audiencia pide, no lo que yo pienso o lo que yo creo«. Esta ignorancia de cómo funciona el mundo del espectáculo, esta «inocencia», le ha costado miles y miles de dólares por mes.
Porque ser youtuber es agradable, es bueno, es lucrativo y es entretenido, pero no todo vale, hay que recordar que estamos en una sociedad en la que nuestro derecho termina donde empieza el de los demás.