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Fracaso multimillonario en Corea del Sur: lo que nos enseña su experimento con libros escolares generados por IA

educación IA

En junio de 2023, el gobierno de Corea del Sur anunció con entusiasmo el «Plan de Promoción de Libros de Texto Digitales con IA», una iniciativa que buscaba marcar un antes y un después en la educación del país. Diseñado como una colaboración entre el gobierno y una docena de editoriales, el plan prometía llevar la inteligencia artificial al corazón de las aulas, con 76 libros digitales generados por IA para materias clave como matemáticas, inglés y programación.

La idea central era que estos libros permitieran una experiencia educativa personalizada, adaptada a las necesidades de cada estudiante, al tiempo que reducían la carga de trabajo de los docentes. El gobierno destinó 850 millones de dólares a la iniciativa, mientras que las editoriales invirtieron otros 567 millones para cumplir con las exigencias del plan. Sin embargo, lo que comenzó como una promesa de modernización, terminó en una de las implementaciones tecnológicas más criticadas del sistema educativo surcoreano.

Problemas desde el primer día

El lanzamiento de los libros se realizó en marzo de 2025, coincidiendo con el inicio del año escolar. Pero lejos de facilitar el aprendizaje, los materiales generaron caos. Errores conceptuales, falta de coherencia, problemas técnicos y diseños pedagógicos mal estructurados fueron las principales quejas por parte de estudiantes y docentes. Varios profesores reportaron que, en lugar de aligerar la carga, debían dedicar más tiempo a corregir, adaptar o explicar contenidos defectuosos.

Un estudiante de secundaria entrevistado por Rest of World confesó que sus clases se retrasaron constantemente debido a fallos técnicos. Y lo más preocupante: ni él ni sus compañeros sabían bien cómo usar los materiales. Lo que debió ser una herramienta para agilizar el aprendizaje, se convirtió en una barrera más. Un docente comentó que el seguimiento del progreso del alumnado mediante estos libros era casi imposible, dada la calidad deficiente del contenido y su evidente apresuramiento en la producción.

De obligatorios a optativos: un retroceso obligado

Inicialmente, el plan contemplaba que el uso de estos libros digitales fuera obligatorio en todas las escuelas. Esta imposición generó resistencia inmediata entre educadores, expertos y legisladores, forzando a que se reformulara como una prueba piloto voluntaria por un año. Sin embargo, a solo cuatro meses de su implementación, las críticas se volvieron tan contundentes que el Ministerio de Educación reclasificó los libros como materiales complementarios. Esto permitió que los centros educativos decidieran libremente si querían continuar utilizándolos.

La respuesta fue rápida y clara: más de la mitad de las 4.095 escuelas inscritas abandonaron el proyecto. Las promesas de personalización y eficiencia no se materializaron, y el descontento generalizado fue imposible de ignorar. Lo que debió ser un avance hacia el futuro educativo se convirtió en una experiencia frustrante para todos los involucrados.

El impacto en la industria editorial

Mientras muchas escuelas respiraban aliviadas al liberarse del experimento fallido, las editoriales enfrentaban otra realidad. Tras invertir millones para desarrollar libros que ahora nadie quería usar, formaron un colectivo llamado «Comité de Respuesta de Emergencia de Libros de Texto con IA», con el objetivo de presionar al gobierno a revertir la reclasificación.

La situación llegó a tal punto que presentaron una petición constitucional, argumentando que la decisión gubernamental ponía en peligro su supervivencia económica. Aunque el caso está ahora en manos de los tribunales, el daño ya está hecho: el proyecto, lejos de consolidarse, se volvió un ejemplo de cómo la implementación apresurada de tecnología puede sabotear sus propios objetivos.

La tecnología en la educación: ¿cuándo y cómo?

El fracaso de Corea del Sur no significa que la inteligencia artificial en la educación sea una mala idea en sí misma. Lo que se ha puesto en evidencia es que no basta con tener herramientas tecnológicas sofisticadas si no se integran con un enfoque pedagógico sólido, acompañadas de formación docente, pruebas de calidad y adaptación progresiva.

Es como pretender reemplazar a un chef profesional con una receta escrita por una IA sin haberla probado antes: puede sonar bien en teoría, pero si los ingredientes están mal medidos o las instrucciones son confusas, el resultado puede ser incomible.

Muchos países observan con interés las posibilidades de la IA en el aula, pero este caso es una advertencia clara de que la tecnología no es una varita mágica. Requiere planificación, validación y, sobre todo, respeto por las complejidades del proceso educativo. Obligar a usar materiales aún inmaduros solo contribuye a la frustración de docentes, el agotamiento de estudiantes y la pérdida de recursos valiosos.

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