Recientemente, Meta y Google tomaron una decisión que podría cambiar la forma en que interactuamos con el internet. Estas dos gigantes de la tecnología han decidido apoyar mandatos de control parental y verificación de edad, una medida que a primera vista parece centrarse en la protección de los menores en la red. Sin embargo, al profundizar en el tema, nos encontramos con una realidad más compleja y, posiblemente, preocupante.
La esencia de esta medida es simple: verificar la edad de los usuarios y permitir a los padres un control más estricto sobre las aplicaciones que sus hijos pueden utilizar. Aunque suena bien en teoría, la práctica revela varios problemas. En primer lugar, diversos tribunales han considerado estas medidas inconstitucionales, lo que plantea serias dudas sobre su viabilidad legal.
Más allá de los problemas legales, la verificación de edad trae consigo otros riesgos. La recopilación de datos personales necesaria para esta verificación expone a los usuarios a potenciales brechas de seguridad. Por otro lado, la efectividad de esta práctica es cuestionable, con poca evidencia que respalde su capacidad para proteger realmente a los menores en la red (igual basta con que un menor diga que tiene más de 18 años para saltarse todas las barreras).
Desde mi perspectiva, otro aspecto que no podemos ignorar es el impacto que estas medidas tienen en la competencia dentro del sector tecnológico. Implementar estas tecnologías requiere recursos significativos, lo que podría representar una barrera casi insuperable para las empresas más pequeñas, limitando su capacidad para competir con gigantes como Meta y Google.
Mirando hacia atrás, Meta (anteriormente Facebook) ha mostrado una tendencia a comprometer la apertura de internet en favor de apaciguar a reguladores. Casos como su apoyo a FOSTA y la reforma de la Sección 230 son ejemplos claros de cómo la empresa ha utilizado tácticas regulatorias en beneficio propio, a expensas de la competencia y, posiblemente, de la libertad en la red.
La propuesta de Meta sugiere que la verificación de edad y los controles parentales se implementen directamente en las tiendas de aplicaciones, como Apple Store y Google Play. Esta idea, aunque parece enfocarse en la protección de los menores, plantea serias preguntas sobre la privacidad y autonomía de los jóvenes. ¿No estaríamos, acaso, fomentando un entorno de vigilancia excesiva que podría perjudicar el desarrollo y la independencia de nuestros hijos?
Lo que inicialmente podría interpretarse como una medida de protección infantil en internet, al analizarlo detenidamente, revela una complejidad y unas implicaciones que van mucho más allá. Estamos ante un escenario donde la protección de los menores podría estar siendo utilizada como fachada para prácticas que limitan la competencia y la libertad en internet, además de plantear serios desafíos a la privacidad y autonomía de los jóvenes. Es crucial, entonces, que como sociedad, mantengamos un debate abierto y crítico sobre estas medidas, asegurándonos de proteger no solo a nuestros menores, sino también los valores fundamentales de un internet libre y accesible.
Bienvenidas sean las soluciones, claro, pero parches inútiles como el banner de las cookies, ya empiezan a sobrar.