Cuando uno piensa «publicidad», algunas de estas palabras le vienen a la cabeza: anuncio, cartel, spot, cuña, faldón, patrocinio, banner, spam… Pero a veces, la palabra correcta es: aventura.
A veces esta profesión es una aventura y una campaña de marketing se convierte en un viaje en trineo cruzando la Antártida con el único impulso del viento. Más de 3.500 km en un trineo propulsado solo con la fuerza del viento, inspirado en las técnicas inuit, con cometas que sustituyen los combustibles fósiles. Un vehículo eco-eficiente y cero emisiones.
Me pregunto qué estarán haciendo ahora Ramón Larramendi, Javier Selva, Juan Pablo Albar o Ignacio Oficialdegui, los miembros del equipo Acciona Antártida que aceptaron a principios de este mes un reto irrepetible: volver al Polo Sur cien años después de que lo hiciera por primera vez Roald Amundsen.
Sin embargo, un siglo después de que Admundsen adelantara por sólo un mes a otro explorador de su época, Robert Falcon Scott, la era de la información teje eléctricas redes invisibles entre los locos que honran la memoria de sus predecesores y los chicos de la agencia, que esperamos todos los días las novedades de la expedición a través de su Facebook y su Twitter. Entonces, pinchamos la hashtag del equipo y se nos escapa un mensaje de ganas: «¡ánimo, chicos! #accionantartida».