El objetivo es que las extensiones sean sencillas de entender, con un único objetivo, que impidan que la navegación se ralentice o que el usuario que la instala solo use un 5% de todas sus funcionalidades, motivo por el cual aquéllos que tengan extensiones extremadamente complejas, seguramente tendrán que separarlas en varias más sencillas para que el usuario final decida exactamente lo que quiere en su Chrome.
Sencillez, ese es el resumen de la nueva política, nada de gigantes monstruos instalados en el navegador, nada de pesadas extensiones en su Store, y eso se aplica a partir de ahora en los nuevos plugins y se aplicará en junio de 2014 en todas las instaladas.
Aunque reconocen en la nota publicada que técnicamente puede ser algo difícil realizar esa tarea, prometen concentrarse en evitar que se instalen barras de navegación y componentes que perjudiquen la experiencia del usuario. Los programadores tendrán que buscar otras formas de ganar dinero, y el hecho de que ahora puedan venderse extensiones es un símbolo de que Google prefiere crear un sistema de compra y venta de plugins sencillos que de un universo de extensiones repletos de banners publicitarios.