Si bien la tecnología de reconocimiento facial ha representado un gran avance en el área de la inteligencia artificial, esta aún sigue siendo sometida a mejoras con el propósito de llevar su funcionalidad a una precisión del 100%.
No obstante, la misma ha sido lo suficientemente eficaz para provocar la aparición de la tecnología de reconocimiento de emociones, la cual, al igual que el reconocimiento facial, ha tenido un desempeño prodigioso en lo que respecta a la detección de emociones en rostros humanos.
Pero al parecer no todos están celebrando este logro, ya que, el Centro de Investigaciones Interdisciplinario AI Now, encargado de estudiar las implicaciones sociales de la inteligencia artificial, ha solicitado en su informe anual que se regule el uso de esta tecnología, restringiéndola en situaciones específicas.
En este sentido, los investigadores expresaron que la tecnología de reconocimiento de emociones debe mantenerse al margen en casos donde sea necesario tomar decisiones que puedan tener repercusión en la vida de las personas o afectar su acceso a oportunidades relacionado con la contratación laboral o evaluaciones médicas, ya que, podría correr el riesgo de ser imprecisa y caer en resultados sesgados.
A pesar de la sofisticación puesta en el desarrollo de este tipo de sistemas, siempre habrá probabilidades de que ocurran fallos que afectarán las cualidades que rigen el comportamiento de la inteligencia artificial como la justicia, responsabilidad, transparencia y ética (FATE por sus siglas en ingles).
Esto pudo evidenciarse en un estudio donde algoritmos de reconocimiento facial asignaban a rostros de personas negras una emoción de enojo, incluso cuando estos sonreían, en mayor proporción respecto a rostros de personas blancas.
Dichos resultados están siendo abordados por diferentes grupos de investigación, pero, tal parece que esta problemática no vislumbra una solución inmediata desde un enfoque tecnológico.
Y es que para resolver los problemas presentes en cada una de las cualidades FATE que operan en la inteligencia artificial es necesario un esfuerzo sostenido, no solo por parte de la comunidad científica, sino también de los usuarios finales que interactúen con la tecnología en el sentido de tener noción y lidiar con ellos de la mejor manera.